La Virgen de la Hiniesta en la catedral
en el siglo XVI
Es en el último cuarto del siglo XVI cuando la Virgen de la Hiniesta se convierte en la abogada a la que el Ayuntamiento recurrirá en caso de grave necesidad, llevándola hasta en tres ocasiones a la catedral. La primera vez tuvo lugar en 1580 con motivo de la sequía. Llegado el mes de mayo con una gran carencia de agua, el cabildo municipal acordó celebrar rogativa a la Virgen de la Hiniesta, para lo que fue trasladada a la catedral. Cuando regresaba a San Julián, según Vera y Rosales, “estava el Cielo claro, sereno, y sin una nube, quando salio la procesión de la Mayor Iglesia; pero encapotandose de reprente, se cubrio de densas nubes; retirose el Sol; obscurecióse el aire, y començó à despedir, y arrojar copiosas lluvias de tal surte, que llegando á la Iglesia Colegial de San Salvador, fue necesario entrar la Divina Imagen en ella, y cesar la procesión, pues se quedo en San San Salvador aquella noche. […] Prosiguió después el agua algunos dias, y aunque era tan proximo el tiempo de la cosecha, de tal suerte se fecundó el campo, que fue la mas fértil sementera, que en muchos años antes se avia visto”.
El
Ayuntamiento recurrió a la Virgen de la Hiniesta de nuevo dos años después, en
1582, con motivo de la epidemia de peste. La imagen volvió a la catedral, donde
permaneció ocho días, “y por su intercesión –afirma Vera y Rosales– fue Dios
servido, que desde entonces se mitigase la peste, y se publicó la salud, por
intervención de esta Divina Señora”.
Y
la tercera en 1588, que confirma la fama alcanzada en aquellos tiempos por la
Virgen de la Hiniesta. Felipe II mandó por real cédula que todas las
poblaciones del reino sacasen en procesión la imagen de la Virgen de mayor
antigüedad y devoción para suplicar el éxito de la Gran Armada en la invasión
de Inglaterra y el Ayuntamiento de Sevilla acordó sacar a la Hiniesta, que fue
llevada otra vez a la catedral.
La
protección sobre Sevilla atribuida a la Virgen de la Hiniesta ocasionó el
aumento de su Hermandad, en la que ingresaron nobles y ciudadanos ricos, entre
ellos numerosos caballeros veinticuatro, que donaron muchas joyas y potenciaron
los cultos. En 1586, para celebrar la fiesta de la Natividad, se colocó junto a
la capilla de la Virgen de la Hiniesta un “tablado grande” donde se representó
el momento del hallazgo de la imagen por Per de Tous con las figuras de este y
sus criados. Por la tarde, se sacó a la Virgen en procesión por el barrio. A su
regreso, se colocó en el altar mayor de la parroquia, lugar en el que por
primera vez se celebró la octava. En 1587, 1588 y 1589 los cultos se celebraron
del mismo modo, hasta que en 1590 Andrés de Monsalve interpuso pleito contra la
Hermandad por sacar a la Virgen de la Hiniesta en procesión todos los años, lo
que según él iba en detrimento de su devoción. El 29 de mayo de 1591, el
provisor decretó que la imagen no saliese sin su licencia, lo que motivó la
suspensión de la procesión anual y que la Virgen solo saliese a partir de
entonces por motivos excepcionales.
Francisco S. Ros González
Teniente Hermano Mayor
Profesor Departamento
Historia del Arte
Universidad de Sevilla
Pie de foto: Altar
del triduo de 2012 recreando el risco del siglo XVI.
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