Nuevas Letanías Lauretanas
El Papa Francisco, el pasado hace muy
pocos días ha modificado, por decreto, las Letanías Lauretanas del Santo
Rosario, para incluir la invocación a la Virgen María como Mater Spei, Madre de Esperanza (junto con Consuelo de los
migrantes y Madre de la Misericordia).
En esta triste época de pandemia,
temor y oscuridad se hace casi imposible no recurrir a Nuestra Madre, intercesora y
abogada nuestra como ancla y vida, depósito inagotable de esperanza…
Pero, ¿Qué es… cómo definir la
esperanza?
La esperanza, como signo vital, aprendemos
de niño que es lo último en perderse, el último hilo que lucha por sostener
algo que deseamos. Todos hemos sentido que un proyecto de nuestra vida
naufragaba, y nos aferrábamos a él,
fiando su supervivencia a la ilusión tan
grande con la que lo concebimos, y nos parece imposible que pudiese perecer.
Todos hemos estado a los pies de una cama, tras oír un diagnóstico aciago y nos
abandonamos a la oración y al amor, tan inagotable, que se tiene aún ser
querido, pensando que nuestro cuidado y nuestro amor sería más fuerte que el
destino o la enfermedad. Todos hemos soñado con la caricia de esa mano amiga a
la nuestra, que te apretaste la tuya -sin pedirlo- cuando la necesitábamos,
cuando estamos abatidos. O incluso, ese
abrazo sin motivos y por sorpresa, que
siempre ansiamos sentir, porque tantas veces dimos con la esperanza de
recibirlo. Todos hemos querido, hasta
agarrarnos a una utopía imposible, que
sólo alberga nuestro corazón y nunca
vemos imposible del todo…
Y en todos esos momentos, María, nuestra Madre ha estado con nosotros. Nos
dio luz y consuelo, paz y fuerza para no caer, para no derrotarnos nunca del
todo…
La esperanza, como virtud teologal, es
más trascendente, va más allá. Es un don. Por ella, sabemos que aspiramos al
Reino de los cielos. Es una semilla que recibimos en el bautismo y germina en
nos. Gracias a ella, sabemos que nuestra vida no acaba con la muerte porque el alma nunca muere… y la vida es
eterna. Lo sabemos por aquel fruto de la Virgen, lo sabemos por Jesús y nos fiamos de manera
incondicional de su palabra.
Va más allá de aquel proyecto vital
se desvanece de aquella caricia que
esperamos desesperadamente, de aquella despedida al ser que amamos, de aquel sueño
derrotado…
Aspiramos a volver a abrazar a los
que se fueron. A volver a soñar y amar eternamente A amar, siempre, y por encima de todo.
Muramos, pues, a Nuestra Madre, como
Portal de esa Gracia, Madre del Verbo encarnado, Puerta de la Gloria, Causa de la nuestra
alegría y Esperanza nuestra. Y recordamos aquella definición definitiva de la fé que nos
dejó, para siempre, el inolvidable peregrino de la paz: “La fé es el contenido de
una esperanza" (Juan Pablo II).
Carlos Castro Arroyo
Mayordomo Segundo
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