"El verano es la época del año en
la que hace demasiado calor para hacer las cosas que no hacías en invierno
porque hacía demasiado frío."
Mark Twain
Ella nunca pasa desapercibida del todo. Es verdad, que a veces está ahí y
casi no la miramos… Pero, tiene el impulso de la verdad con ella. La fortaleza
del corazón. En el templo vamos buscando al Cristo de la Buena Muerte para
rezarle, pedirle por los nuestros, por
nuestras cosas, y sentimos su presencia a su lado, pero no deparamos en su
compañía. Es en el paso donde cobra toda su importancia. Y lo hace renunciando al protagonismo. En la
víspera de la salida nos asombramos con la escena. Llorosa y suplicando un
porqué, un rayo de esperanza. Nos entretenemos en intentar captar la imagen de
la faz de nuestro Cristo enmarcada en la circunferencia de su aureola. Y es en el
Domingo de Ramos cuando deslumbra y conmueve a Sevilla… En la tarde, en la
noche, en la madrugada. Los ojos
clavados en el Maestro. Desalentada, el rostro angustiado y el alma rota, el pie
izquierdo descubierto, la mano derecha abierta e interrogante y la izquierda sintiendo
latir intenso el corazón. No se le ha ido un referente. No. La vida propia y lo
que la sustenta penden de esa cruz. Suena el Arahal de fondo, suspira San
Julián y la cuadrilla de costaleros que
porta a nuestro Cristo dormido, pasea el amor más puro por la ciudad milenaria.
Es María Magdalena. Se sabe poco de
ella, y su biografía está rodeada de misterios, leyendas, divagaciones y
rumores… Como tantas veces erró y maldijo el humano a lo largo de la historia.
Lo que sí sabemos es de su fe inquebrantable. Fue conocer al Señor y seguirle.
Sin barreras, sin límites, porque no hay obstáculos para el amor verdadero.
Incondicionalmente. Lección, ejemplo… La fidelidad no sabe de persecuciones, no
sabe de peligros. Amar es estar y estar es acompañar, y es acudir y es confiar… Por eso, cuenta Evangelio que Jesús se le apareció resucitado
a ella en la mañana del Domingo.
Tenemos el tesoro de tener una imagen
que representa de forma prodigiosa lo auténtico de su espíritu, la verdad de su
mirada.
Es nuestra titular, y en estos días del calor del mes de julio no la
olvidamos, porque de forma indicada, como marcan nuestras reglas, el día veintidós
es ella la protagonista. Celebramos su Función.
Es verano en San Julián.
Es tiempo de estío. Y ya es
tradición… Muchos de los nuestros se van. Sí, nuestros niños y niñas se irán de
campamento, otra vez.
Hace cinco años no existía, un sueño se hizo realidad y fue posible por
la entrega de una persona, que puso todo el empeño y el esfuerzo para que ello
se cumpliese. Ella lo consiguió. Del mismo modo: con fortaleza en el corazón, con
la autenticidad con la que se ama sin condiciones, con la magia con la que se
logran las cosas imposibles, y con el apoyo de algunos locos que no desertaron.
Y se hizo realidad y se alcanzó la meta, incluso en los momentos difíciles a
los que este inesperado destino llevó al mundo, trabajando sin dudas, sin
desmayo de errores.
Este año lo retoma una Diputación de Juventud, nueva, llena también de ilusión,
de buenas maneras, de esperanza, de corazón abierto, de saber estar, de trabajo,
de valores, y de hermandad… Y un ángel en el cielo -que se llama Jesús-
disfrutará como nadie el momento, con su gente, e incluso echará algún cable
para seguir -siempre- en el camino marcado.
Después llegará tiempo de cerrar nuestra casa, de despejarnos, descansar,
desconectar en el término de moda.
Mas será un istmo hacia el
reencuentro, al revirar el calendario
llegaremos a los días de Ella. Días de rosas blancas… De aniversario de nuestra
Dolorosa, de Gloriosa en el Altar Mayor.
De Triduo y Función Votiva. De acción de gracias, ¿por qué no decirlo? ¿por qué no soñar verla
en su paso por el barrio, como la vieron los antiguos por septiembre? ¿O en procesión
extraordinaria, celebrando que esta
pesadilla ha terminado? Y que estamos con Ella. Siempre juntos…
Pero nuestra ilusión será aún más grande. La inmensa ilusión de las
cosas sencillas. A la vuelta del verano,
avistaremos un horizonte nuevo y antiguo. Un nuevo curso con el anhelo
de un niño, con el ánimo de siempre, y a la vez, con la expectación de las cosas nuevas… Soñar con
una exaltación de la Navidad, con
convivencias de viernes, con una Casa Hermandad llena de niños y niñas
esperando a los Reyes Magos, con una noche de Vía Crucis por las frías calles
de enero, con un jueves de retranqueo, con
Hiniesta de Peralto, con una saeta en la calle, con una petalada en el
Corpus.
Con la inmortal secuencia del latir
azul y plata. Con nuestra fe. Con la ayuda de Dios y la mediación de María. Con
el azogue inmaterial del ejemplo de los que nos precedieron. Con la fortaleza del
corazón. Porque, como decía el Principito, sólo se puede ver con él y lo
esencial es invisible a los ojos. Y en la Hiniesta lo sabemos: Nada,
absolutamente nada, es más fuerte que el amor.
Carlos Castro Arroyo
Secretario Segundo