domingo, 7 de junio de 2020

Evangelio del 07/06/2020

Jn 3,16-18: Dios mandó su Hijo al mundo, para que el mundo se salve por él.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.



Comentario Fray Miguel de Burgos Núñez (https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio
La encarnación del Hijo se explica por el amor que Dios siempre ha tenido al mundo. Es la consecuencia de esa fidelidad de generación en generación con que se había expresado la revelación de Dios a Moisés en el Sinaí. Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo; quien cree en él experimenta la verdadera salvación. Podemos discutir mucho el origen de este texto en la redacción de la teología joánica, pero no podemos negar su verdadera inspiración teológica. Esta es una de las cumbres de la “revelación” de Dios en el NT. Dios no ha venido al mundo para condenar, o para juzgar, sino para “salvar”. Todo lo que no sea asumir eso como chispazo, es una distorsión teológica de los que no se fían de Dios o de los que le tienen un miedo desalmado.

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