"El primer momento de la
sumisión a la única mediación entre Dios y los hombres -la de Jesucristo- es la
aceptación de la maternidad por parte de la Virgen de Nazaret". (Redemptoris
Mater nº 39). La primera venida del Señor, se realizó gracias a ella. Y por
ello, todas las generaciones le llamamos Bienaventurada.
Hoy, que prepararnos, como cada año
una nueva venida los ojos de la Iglesia se vuelven a ella, para aprender, con
estremecimiento y humildad agradecida, cómo se espera y cómo se prepara la
venida del Emmanuel: del Dios con nosotros. Más aún, para aprender también como
se da al mundo el Salvador, la Madre del Redentor tiene un lugar preciso en el
Plan de la Salvación, porque " Al llegar la plenitud de los tiempos, envió
Dios a su Hijo, nacido de mujer bajo la ley, para rescatar a los que se
hallaban bajo la ley, para que recibieran la filiación adoptiva. La
prueba de que sois hijos es que Dios os ha enviado a nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abbá Padre! (Gál, 4, 4-6 ). Estas son
palabras que celebran conjuntamente el amor del Padre, la misión del Hijo, el
don del Espíritu, la mujer de la que nació el Redentor, nuestra filiación
divina en el misterio de la "plenitud de los tiempos". Desde este
punto de vista formal, esta expresión indica no solo la conclusión de un
proceso cronológico, sino un acontecimiento que revela que ha llegado el
periodo indicado por la promesa de Abrahan, así como por la ley interpuesta por
Moisés, ha alcanzado su culmen, en el sentido de que Cristo cumple la promesa
Divina y supera la antigua ley. Dios envió a su Hijo "para que todo
el que crea en él no perezca sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16) y
la Palabra que estaba con Dios... se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros (Jn 1, 1.14) Así el Espíritu Santo, que ya había infundido la
plenitud de gracias en María de Nazaret, plasmó en su seno Virginal la
naturaleza humana de Cristo.
Así, María es la Madre de aquél al
cuál el Padre ha confiado la obra de la Sabiduría. Ella será la Virgen que
concebirá y dará a Luz un Hijo cuyo nombre será Emmanuel según la palabra de
Isaías (C cf 7.14). Meditemos junto a la Virgen María las palabras del mensajero
divino, "Alégrate, llena de Gracia, el Señor está contigo ( Lc 1,28) pues
si después del anuncio de este mensajero celestial, la Virgen de Nazaret es
llamada también "Bendita entre las mujeres" (Cc 1,42) Por eso en el
misterio de Cristo María está presente ya "antes de la creación del
mundo", como aquella que el Padre "ha elegido" como Madre de su
Hijo en la Encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola
eternamente al Espíritu de Santidad.
María está unida a Cristo de un modo
totalmente especial y excepcional, e igualmente es amada en este
"Amado" en este Hijo, consubstancial al Padre, en el que se concentra
toda "la gloria de la Gracia".
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