Y CUARENTA
DÍAS DESPUÉS, JESÚS ASCENDIÓ A LOS CIELOS
A la derecha
del Padre. Jesús en cuerpo y alma sube a los cielos, es decir a la gloria, que
es la casa del Padre. Así lo dice, no sólo nuestra oración del Credo, sino las
propias escrituras, pues en ellas nace y de ellas se deriva nuestro catecismo.
Desde el Antiguo Testamento, ya se cuenta que el pueblo judío espera un Mesías
que ocupe ese puesto. En el Salmo 110, David dice que “El Señor le dice a mi
Señor: siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos como estrado de
tus pies”. En el Nuevo Testamento, se cuenta como Jesús asciende a los cielos.
Primero, se narra en el Evangelio de San Marcos: “Después de hablarles, el
Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios” (Mc 16,19).
San Lucas afirma que “Luego los llevó hasta Betania, y levantando sus manos los
bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo” (Lc
24, 50-51). Y por último, en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “cuando
había dicho estas cosas, mientras lo observaban, fue levantado, y una nube lo
sacó de su vista … Luego regresaron a Jerusalén desde el Monte llamado Los
Olivos, que está cerca de Jerusalén, camino de un día de reposo” (Hechos 1:
9,12).
Aunque no hay
mucha contradicción entre Betania y el Monte de los Olivos (Jerusalén), pues
aquella se encuentra en la ladera del Monte y a sólo tres kilómetros del mismo;
sí es cierto que cierta tradición cristiana también sitúa la Ascensión en Galilea, en
la cercanía del Lago Tiberiades, después de la aparición de Jesús resucitado a
los Apóstoles en la orilla, cuando regresaban sin éxito de la jornada nocturna
de pesca. Pero, es posible que esta teoría nazca simplemente de tomar aquella
escena como el último encuentro del maestro con sus discípulos.
En cualquier
caso, el fundamento bíblico de la
Ascensión es incuestionable. Nótese la diferencia con la Asunción de la Virgen María. Jesús asciende
por sí mismo, en cambio, la
Virgen es asunta por la fuerza de la Santísima Trinidad ,
momento que celebramos los católicos cada año el quince de agosto.
Tradicionalmente,
la Iglesia ha
celebrado esta festividad, de la subida de Jesús al cielo, un día como hoy,
jueves de la Ascensión. Cuarenta
días después de la resurrección. Y así continúa hoy celebrándose en gran parte
de Europa y otros países del mundo, incluso como día no laborable (Francia,
Dinamarca, México, Alemania, Indonesia…). En España, se trasladó al séptimo
domingo de pascua, es decir al día festivo que cierra esa semana.
Para concluir,
citamos las palabras del Papa Francisco en la catequesis del año de la fe: “Mirar
a Jesucristo, que asciende a los cielos, es una invitación a testimoniar su
Evangelio en la vida cotidiana, con la vista puesta en su venida gloriosa
definitiva.
Carlos Castro Arroyo
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