La esperanza, signo reconocible del cristiano
Hace hoy ya más de un mes que Jesús resucitó. Faltan apenas diez días para que ascienda a
los cielos. Durante esos días, posteriores a la resurrección, Él dialogó con
sus apóstoles, y les dio las indicaciones para seguir y para construir la
Iglesia. Al concluir su misión, subió a la Gloria y le vieron partir, y así
será como volverá al final de los tiempos.
Ahí radica nuestra fe y nuestra esperanza. Algunas veces no la
reconocemos en la rutina y en las penas o el estrés de los días. La escritura
así lo dice, cuando al despedirse Jesús de sus discípulos, les indicó que no se
alejaran de Jerusalén, y que esperaran al Espíritu Santo, aunque ellos en ese
momento no lo entendieran. Eso mismo, le pasa al ser humano actual. Nos cuesta
“saber esperar”, y se nos olvida el “saber que vendrás” que cantábamos de niño
en la misa de los domingos…
La esperanza debe estar en nuestras vidas, como signo
reconocible del cristiano, junto al amor. Pilar fundamental de la Iglesia y de
la fe, debe sostener por tanto, nuestras vidas y el peso de los días. Así lo
dice Pablo en su Carta a los Romanos (8. 18) “Estimo que los sufrimientos de la
vida presente no se pueden comparar con la Gloria que nos espera y que ha de
manifestarse allá en el cielo.»
No debemos desfallecer, pero tampoco avergonzarnos de nuestra
debilidad. Los apóstoles que conocieron al Señor y creyeron en Él, también
tuvieron miedo. De hecho, el Espíritu Santo los alcanzó escondidos en una
habitación, aterrorizados, y desesperanzados, pensaban que se habían quedado
solos en el mundo terrenal con la ausencia de su maestro. Este reconocimiento
de la miseria humana, debe servirnos para ser misericordiosos con nosotros y
con los demás, pero también para admitir que sin Dios no somos nada. La
presencia de Él en nuestras vidas es la clave de la felicidad. Y Él es Amor, y
Él es esperanza.
“La fe es, pues, la certeza de lo que se espera, la convicción
de lo que no se ve.” (Hebreos 11.1)
Carlos Castro Arroyo
Mayordomo Segundo
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