"Virgen, el mismo que os dio ser, os da oliua por nombre porque de vos se cogio el aceyte, con que el hombre de sus heridas sanó."
(Fray Pedro Beltrán, "Ramillete de flores de la retama", 1630/1631)
DÍA OCTAVO
ORACIÓN INICIAL
Con el saludo de Gabriel, nos acercamos a ti, Reina y madre nuestra. “Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo”, dispón nuestros corazones para que recibamos tus gracias, y nos libres de este mal. Hoy, Santa María de la Hiniesta te presentamos nuestras ofrendas y nuestras miserias. Ruega por nosotros, pecadores. Ruega al Padre por todos. Por los que estamos aquí y por los que se han apartado de tu amor. Por los que desconocen y olvidan; por todos, porque todos somos hijos tuyos. Ruega por nosotros siempre, ahora y en la hora de nuestra muerte.
DIA OCTAVO: CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA.
RUEGA POR NOSOTROS
Nuestra
devoción a la Virgen debemos cimentarla en el amor y en la alegría, porque ella
es nuestra Madre, no porque nos sintamos obligados a amarla; lo mismo que a
nuestra madre natural; la amamos porque sentimos amor, no por obligación. El
amor brota instintivamente de nuestro interior, sin esfuerzo. De nuestra Madre
natural decimos. Es mi Madre, porque nos ha dado la vida natural. María nos ha
engendrado a Cristo a una vida sobrenatural. Las cruces se hacen pesadas cuando
las arrastramos de mala gana, y se tornan ligeras cuando las llevamos con
alegría. Ayúdanos, Madre, a hacer alegre nuestra vida y a compartir la alegría
con los demás.
INVOCACIONES:
Oh Santa María de la Hiniesta Gloriosa, salud de los enfermos. Ruega por nosotros.
Ave María (tres veces)
ORACIÓN FINAL:
Tu que del triste mortal eres salud y esperanza, alcanza la curación de este mal y si este bien temporal no conviene a nuestras almas, dadnos paciencia ¡Oh María, hasta que llegue el momento en que de males exento, gocemos de la eterna alegría. Amén.
Santísima Virgen de
la Hiniesta, líbranos de la pandemia, mejora la salud de los enfermos y
consuela el dolor de las familias.
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