“SOY DE SEVILLA”. NUESTRA SEÑORA DE LA HINIESTA EN LA LÍRICA PALABRA DEL
PADRE CUÉ
Las doce de la mañana del 19 de mayo de 1974
en Sevilla, lugar el teatro Lope de Vega de potente irradiación iberoamericana,
comienza el pregón de la coronación canónica de la Virgen de la Hiniesta , se trasmite el
acto por las ondas de radio popular y su protocolo es de idéntica armonía al
discurso que desde 1941 anuncia cada domingo de pasión el anual y eterno
milagro de la semana mayor.
La banda municipal interpreta de inicio una
nueva marcha procesional compuesta para la ocasión por el maestro Albero
Francés, que casi acaba de heredar la batuta del asturiano Pedro Braña, los
compases rítmicos y alegres de “Hiniesta Coronada” sorprenden por su
vivacidad y alegría, gusta la obra, se
nota en los aplausos del público que llena el teatro. Seguidamente el alcalde
realiza como es debido la presentación del pregonero, habla del padre Cué,
mejicano de origen y español de arraigo, entregado a Sevilla y enamorado de la
cuidad, de aquel que escribió quizás el más delicioso pregón del siglo XX sin
pronunciarlo en el libro Como llora
Sevilla, por eso según el alcalde, devoto de Jesús de Pasión e impulsor de
la feria en su nueva ubicación en los Remedios;
y que, por cierto, iba a tener el honor de ser, junto a su esposa, los padrinos
de la ceremonia catedralicia de la coronación a celebrar en el trascoro
catedralicio el jueves día 23 solemnidad de la Ascensión , el jesuita
era el más indicado por preparación, capacidad, oratoria y virtudes de
comunicación para pronunciar el pregón.
La banda, tras las cariñosas, pero a la vez
justas palabras de la primera autoridad municipal interpreta “Estrella Sublime”
del gran López Farfán, revolucionador de la música cofradiera con la inclusión
de las cornetas como queda plenamente manifestado en esta obra dedicada a la
dolorosa del Domingo de Ramos cruelmente fenecida por las llamas en los aciagos
sucesos del año 32 a
los que por cierto se les quiere quitar esa responsabilidad gubernativa para
adaptarse a las conveniencias de la nueva por injusta y desfasada memoria
histórica.
El orador se acerca al escenario, viste
sotana, mediana altura, gafas de intelectual, camina de forma reposada y
elegante como su voz de timbre cadencioso y musical impregnada de la deliciosa dulzura
hispanoamericana que acaricia de forma bella la fonética viva y sentida del
castellano, el jesuita que asombra por sus sermones, que ha escrito de historia
de mística y de toros, que revolucionó la televisión al hablar del dolor que
por la situación del mundo sufre en sus llagas Cristo Crucificado al que llama
“Mi Cristo Roto”, que entendió como nadie a Triana en gozosas fiestas en 1950
por el dogma de la Asunción
sembrando sus calles de alegría con la procesión de la mejor de sus esperanzas,
pasa junto al atril usado por el alcalde, pero lo rechaza, él se coloca sin
papeles, sin tan siquiera un guión en el centro del escenario, frente a él sólo
un micrófono que transmite su mensaje y comienza el pregón, empieza a hablar de
la Virgen a
Sevilla.
El pregón es vívido, sentimental, aguerrido,
valiente y sincero, completo, el orador viene sobrado de elocuencia, sabe lo
qué dice y sobretodo como lo dice, tiene facilidad retórica, palabra poética y
justa y certera visión del universo teológico. Desde el comienzo dicta los tres
pilares de su discurso; por un lado, la Virgen y junto a Ella la ciudad que la corona y
esa misma corona que como bella obra de arte representa la fe el amor y la
esperanza de un pueblo para ceñir las benditas sienes de la Reina de los Cielos.
El pregonero dice tener un problema al hablar
de la Virgen ,
reconoce sus limitaciones ante su inmensidad como la más perfecta criatura
salida de las manos del creador, pero a la vez se consuela manifestando con
total sinceridad que Sevilla desde los años 40 le enseñó con su ejemplo a
hablar de la Madre
y no duda que este ejemplo sólo es el del amor, el amor manifestado por la
ciudad a lo largo de la historia que le hizo ganar para siempre el título de
“mariana” como timbre de gloria que corona su escudo heráldico.
Habló extensamente de este amor, realizando
una aproximación a la historia tanto material como devota de la imagen, desde
su aparición en tierras catalanas encontrada por el caballero Per de Tous, su
regreso triunfal a Sevilla en lo que él llama “Epifanía de la Hiniesta ”, entendiendo
así que su hallazgo se produce como manifestación ,maternal de María como
corredentora del género humano y, por lo tanto, como la mejor intercesora ante el Trono de su Hijo para alcanzar de su
infinita misericordia los bienes que necesitemos y merezcamos.
Gran riqueza literaria posee el lenguaje
metafórico usado por Cué para definir la aparición triunfal de las vírgenes
enterradas en épocas sarracenas para liberarlas de las manos sacrílegas de la
profanación y que aparecen de forma milagrosa en la edad moderna comos semilla
fecunda de la fe mariana que brota desde la tierra como el mejor fruto fecundo
y vivo en nuestros fervientes corazones.
En la aparición de la Hiniesta con aquel
amoroso letrero que la identifica “Soy de Sevilla” está el amor de la Virgen por Sevilla, amor
siempre vivo y correspondido, pues “desde la venida de la Virgen de la Hiniesta a nuestra ciudad
todo sevillano nace con un letrero, con una tendencia , con un sello inconfundible:
Soy de María”.
La vinculación con la autoridad municipal, el
voto de gratitud y rendida pleitesía realizado por el ayuntamiento en 1649 y
renovado cada 8 de septiembre a las plantas de la que considera Patrona y
Bienhechora , toda la historia de forma sucesiva, en perfecta cronología por medio de vocablos
de henchido entusiasmo, pero junto a la Virgen Triunfal
con su Hijo en brazos, también Sevilla siente, admira y venera a la Hiniesta que llora. Precioso
por su sentimiento el poema popular “La Hiniesta quiere llorar”, la Madre sabe que el Hijo crece
y tiene que morir en la cruz para reconciliar a la humanidad caída desde la desobediencia de nuestros primeros padres
en tiempos del Génesis por eso acepta su sacrificio, su excelso papel de corredentora:
“¡Qué la redención ya empiece
pues la Virgen –aleluya-
dice que quiere llorar!…….
¡La Hiniesta rompió a llorar! “
Pero junto a la lírica bellamente popular con
la rima asonante de los octosílabos, tan
grata a los oídos cofradieros y consagradas para siempre por Antonio Rodríguez
Buzón, el padre Cué que se sabe un hombre actual, trata temas candentes, de
actualidad en aquella época en los últimos años de Franco y con una iglesia
sumida en la incertidumbre y crisis del posconcilio que tanto dolor causó al
gran papa Pablo VI, un auténtico mártir de nuestros días.
En el mensaje del sacerdote jesuita está la
crisis de valores, de identidad de la
iglesia, pero con sabia palabra felicita a las cofradías, pues a pesar de los pesares han sabido mantener
sus señas de identidad, luchando contra las desafortunadas interpretaciones
litúrgicas del concilio, tan adictas a criticar y en lo posible erradicar las
históricas y verdaderas, por sentidas,
manifestaciones de religiosidad popular.
El pregonero se admira de la vitalidad
cofradiera: “habéis aguantado la prueba, habéis sabido resistir”, de su implicación en la vida social de la
ciudad con obras caritativas como la escuela de formación profesional
adaptándose siempre a las necesidades del tiempo vivido, pero el pregonero
también reflexiona con un tema que hoy en día sigue teniendo plena vigencia” para
hablar de lo social sobran voluntarios, espontáneos e incondicionales. Para
hablar de la Virgen
son más bien escasos. Y he preferido detenerme en María y en Cristo, porque su
auténtico conocimiento y amor serán la mejor garantía y el más urgente acicate,
que empuje a la hermandad hacia los más débiles…”, tengamos caridad con el
prójimo es el mandamiento nuevo pero no renunciemos nunca a evangelizar ni a nuestra
fe, Jesús nos espera en la cruz para
abrazarnos en la salvación.
Tras cerca de hora y media de discurso Cué lo
culmina sin atreverse a cantar a Sevilla “eso lo sabéis vosotros sevillanos”,
pero con una rendida oración y canto a las coronas de la Virgen ; y también una
encomiable felicitación a los hermanos costaleros que lo atendieron la tarde
anterior con motivo de su llegada a la ciudad y que tendrían la responsabilidad
de trasladar a la Virgen
a la Catedral
y devolverla de forma triunfal a san Julián estando ya canónicamente coronada.
Hay que hacer constar la importancia de este
elogio a los costaleros en aquella época en donde acababa de nacer la nueva
forma de llevar los pasos a cargo de hermanos de las propias corporaciones y en
el caso de nuestra hermandad ya habían
escrito una crónica de oro la tarde del 8 de diciembre de 1973 cuando pasearon
de forma inenarrable según las crónicas
a la Patrona Municipal con
motivo de haberse leído de forma oficial el breve pontificio de coronación en
la collación de la Puerta
de Córdoba.
El pregón puso su colofón con un extenso
poema de exaltación de las coronas, de exaltación de la fe, de exaltación del
marianismo, de exaltación del amor:
“Para hacerle una corona,
ya nada te pediría
Sevilla te tomaría,
toda entera, y ceñiría
con tu abrazo a la Señora.
Corona ¡es toda Sevilla!
¡Toda Sevilla es corona!
El pregonero según las crónicas terminó
cansado, exhausto, con la voz quebrada, lo había dado todo, el pregonero
triunfó, el pregón enamoró.
Tan buen recuerdo dejó, que ya en 1976 en los
albores de la transición política fue editado por el propio Ayuntamiento en
cuidada y bella edición, tomando el discurso de la grabación de la radio. Su
lectura a la vez que recrea el espíritu, hace pensar en el ya eterno título de
Joaquín Romero Murube “Los cielos que
perdimos”, pues sin duda fue un cielo perdido el pregón de la Semana Santa nunca
pronunciado por Ramón Cué Romano, que hubiese cantado como nadie esa belleza
indefinible por eterna de nuestra semana mayor, que no es ni más ni menos que la
firmeza de la fe, la caricia de la esperanza y el triunfo de la vida.
José Gámez Martín
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