Cada año, en un día como hoy, previo a la estación de
penitencia, el equipo de priostía da los últimos retoques junto a los floristas
que a estas horas, estarían engalanando a nuestros titulares.
Trabajan durante todo el año en esa hora oculta de la noche con
un código enigmático para los no iniciados. Los ves entrar y salir de la
iglesia a la casa, de la casa al almacén y de nuevo a la iglesia, que si una
llave, que un candelero, una jarra… así montan altares portentosos, poniendo
esa nota de asombro a nuestro cultos. Saben la hora a la que empiezan pero no a
la que acaban, conocen todos los rincones de la casa, buscan y rebuscan hasta
encontrar esos enseres que nadie recordaba. En San Julián los conocemos como el
“comando vela”, son los artífices de hacer realidad nuestros sueños
escenificando la gloria de nuestras devociones. Ahora viven horas extrañas, tardes
largas lejos de la Hiniesta, sin montajes, ni fundición de cera, ni
convivencias en el almacén.
San Julián sin pasos, el comando en casa y la Virgen este año
se queda vestida de hebrea para el Domingo de Ramos. ¡Ella sabrá los motivos! Qué
ganas de volver a casa.
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