lunes, 20 de abril de 2020

Nuestra historia: Orígenes legendarios de la Hiniesta.


La leyenda

El origen de la imagen de la Virgen de la Hiniesta se encuentra, como en tantos otros casos de devociones medievales, inmerso en la leyenda. Cuenta ésta que, un día de finales del siglo XIV, mosén Per de Tous se encontraba cazando en los montes catalanes cuando su azor quedó paralizado ante las retamas en las que se habían refugiado las perdices que perseguía. Extrañado por el comportamiento del animal, se apeó de su caballo, miró dentro del matorral y descubrió una imagen de la Virgen con el Niño en brazos con una inscripción a sus pies que, en la versión latina de Ortiz de Zúñiga, decía: “Sum Hispalis de sacello ad portam quæ ducit ad Corduvam” (“Soy de Sevilla, de una capilla junto a la puerta que encamina a Córdoba”). Del texto se deducía que la imagen era una de aquéllas que en tiempos de la invasión musulmana habían sido escondidas para evitar su profanación y que milagrosamente se había conservado intacta a través de los siglos a pesar de encontrarse a la intemperie.


Per de Tous condujo la imagen a Sevilla y la depositó en la iglesia parroquial de San Julián, por ser el templo en aquel entonces más próximo a la puerta abierta en las murallas de la ciudad que conducía a Córdoba. El hecho de haberse encontrado la imagen de la Virgen oculta en unas retamas o hiniestas motivó que se titulase Santa María de la Hiniesta.


El comienzo de la devoción

Aunque no existe documento contemporáneo que lo confirme, la fecha de 1380 es aceptada generalmente como la de la introducción del culto de la Virgen de la Hiniesta en Sevilla. De lo que sí hay constancia es que la Virgen estaba en la capilla de la cabecera de la nave del evangelio de la parroquia de San Julián, al menos, en 1407. Se trataba de una capilla propiedad de Per de Tous en la que éste mandó abrir en el suelo una bóveda para que sirviera como lugar de enterramiento familiar, además de construir un retablo, decorar los muros con yeserías mudéjares, levantar un artesonado de madera de alerce y cerrar el recinto con una reja construida, según la tradición, con los grilletes y cadenas ofrendados en señal de agradecimiento por los cristianos liberados del cautiverio de los moros y que colgaban de las ramas de dos olmos situados en la plaza de San Julián.
A lo largo del siglo XV, la devoción a la Virgen de la Hiniesta y su fama de milagrosa se fueron extendiendo, como delatan la creación de su Hermandad y la fundación de diversas capellanías, dotaciones y memorias para el fomento de su culto.



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