“Domingo de Ramos, pórtico de la
Semana Mayor”
Queridos hermanos y hermanas:
Dirijo esta carta especialmente a los cofrades
de nuestra Archidiócesis, para manifestarles mi afecto en las circunstancias
que estamos atravesando. Hace sólo dos meses nadie pensaba en lo que después se
nos ha venido encima. Bien sé yo lo que significa para vosotros la supresión de
vuestros cultos y de vuestras estaciones de penitencia. No se ha suprimido, sin
embargo, la Semana Santa, que debemos celebrar con toda devoción y fervor desde
nuestros hogares, verdaderas iglesias domésticas. El Misterio Pascual es el
centro de la fe y de la vida de la Iglesia.
No dudo que a lo largo de esta
Cuaresma peculiar habéis ido ahondando en la conversión, a través de la
oración, el ayuno y la limosna, como nos pedía la liturgia del Miércoles de
Ceniza. Efectivamente, la libertad interior que nos procura el ayuno nos
reconcilia con nosotros mismos, la oración robustece nuestra comunión con Dios
y la limosna y la caridad fraterna nos reconcilian con los hermanos. La participación
en el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, que actualizaremos
litúrgicamente en la solemne Vigilia Pascual, exige un “pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17). Dios quiera
que todos nosotros hayamos vivido responsablemente la Cuaresma, sin echar en
saco roto la múltiple gracia que el Señor ha derramado sobre la Iglesia en este
tiempo.
A partir de este Domingo de Ramos iniciamos la
Semana Santa del año 2020. En ella vamos a actualizar los acontecimientos
redentores, la pasión, muerte y resurrección del Señor. Un año más, la Iglesia
nos invita a entrar de lleno en el misterio que constituye el centro y el
corazón de nuestra fe, a seguir de cerca al Señor en su entrada triunfal en
Jerusalén, a penetrarnos de los sentimientos de Cristo, que intuye las negras
maquinaciones del sanedrín judío y la cobardía cómplice de las autoridades
romanas. La Iglesia nos invita a vivir con Jesús la angustia del prendimiento,
el dolor acerbo de la flagelación, de la coronación de espinas y del camino
hacia el Calvario, la soledad y el abandono del Padre en el árbol de la Cruz y
también la alegría inefable de su resurrección en la mañana de Pascua florida.
Os invito a vivir la Semana Santa con
autenticidad, como la Santísima Virgen, el Apóstol Juan, la Verónica y las
santas mujeres de Jerusalén en la primera semana santa de la historia. Ellos,
en el momento cimero de la historia de la humanidad, viven con hondura suprema
la Pasión del Señor. Ellos nos marcan las únicas actitudes posibles en la
vivencia intensa del Misterio Pascual en estos días. Ellos no huyen ni se
esconden como los Apóstoles, ni se limitan a contemplar desde la acera el drama
del Calvario. Unidos al corazón del Cristo doliente, le acompañan en su
Viacrucis y permanecen valientemente en pie junto a la Cruz del Cristo
agonizante. Que ellos, María y Juan, la Verónica y las santas mujeres nos
alienten y acompañen en nuestra inmersión intensa, cálida y comprometida en la
Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
Os imagino en estos días, queridos cofrades,
frustrados y doloridos por no poder celebrar con el fervor y entusiasmo
acostumbrados vuestros cultos y, muy especialmente, vuestras estaciones de
penitencia. Yo os pido que procuréis que lo que perdemos en esplendor, en
costumbrismo y en estética, lo ganemos en intensidad religiosa. Nada en este
año os distrae de lo esencial. No tenéis que dedicaros a los preparativos
externos, algo que os puede ayudar a poner el acento en los preparativos
interiores que reclaman de vosotros los días más señalados del calendario
cristiano. En ellos vamos a recordar sí la epopeya de nuestra salvación, pero
al mismo tiempo vamos a actualizar el misterio central de nuestra fe: la
pasión, muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, que la liturgia
místicamente renueva cada año.
Os ruego de nuevo que os preparéis bien para
vivir con autenticidad la Semana Santa. Buscad espacios largos para la oración.
Participad con unción religiosa a través de la televisión en las celebraciones
litúrgicas del Triduo Pascual, que son el memorial de la Pascua del Señor.
Rezad mucho en esos días para que el Señor se apiade de nosotros y termine
pronto la prueba tremenda que nos aflige.
En este Domingo de Ramos, pórtico de la Semana
Mayor, os encomiendo especialmente al Señor pidiéndole que la Semana Santa sea
para vosotros verdaderamente santa y santificadora, que a lo largo del año
viváis la auténtica identidad cofrade, el cultivo de la vida interior, la
formación doctrinal, el apostolado, el servicio a los pobres y el amor a la
Iglesia, cuidando y formando a los jóvenes cofrades y viviendo la comunión
fraterna y la unidad en el seno de cada Hermandad. Sois herederos de una
hermosa historia, rica en fe, devoción y obras de caridad. Que el Señor os
ayude a potenciarla y enriquecerla.
Con mi saludo cordial, mi
bendición para vosotros y vuestras familias.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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