Decíamos
ayer que según palabras de Juan Pablo II, la fe era el contenido de una
esperanza. Y ahondando en el tema, la fe llena de contenido la esperanza como
virtud teologal. Para el catecismo de
Ahora
bien, el cristiano recibe la fe de alguien, y éste a su vez, la recibió de
otro… Dios se revela a su pueblo y el pueblo de Dios transmite su palabra, de
generación en generación. Por consiguiente, nunca se trata de una experiencia
aislada. Nadie adquiere la fe por sí mismo. Por ello mismo, el cristiano tiene
la obligación -siguiendo el mandato del propio Jesús en el Evangelio (Mt 16, 15-18)-
de transmitir la fe a sus hermanos. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como
nadie se ha dado la vida a sí mismo.
Cada
creyente somos la piedra sobre la que se asienta la fe de otro creyente, y a su
vez nuestra fe se asienta en la de nuestros mayores y ascendientes… Pero, además
si sabemos que Dios es amor, y el Reino de los cielos se alcanza con el amor a
Dios y al prójimo, debemos entender también que nuestro amor a Jesucristo y a nuestros
hermanos debe impulsarnos a transmitir el tesoro de nuestra fe de esperanza a
ellos. Al compartirla nos enriquecemos, y abrimos las puertas de la vida eterna
a los demás.
La
carta a los Hebreos 11, 1, dice: “Tener fe es tener la plena seguridad de
recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no
vemos”. Y
Por
todo ello, cuando dudamos de nosotros mismos, indirectamente también duramos de
la fuerza de Dios, que todo lo puede en nosotros… Nuestra expectativa debe
estar en Él, más que en nosotros. En su fidelidad y en su misericordia
interminable. Tener fe en Dios y en el reino que Él nos promete es fiarse de
Jesús, fiarse de nuestro maestro… Es fácil dudar de Dios si nuestra mirada se
concentra en las dificultades y en los problemas, pero si se concentra en Él
todo se vence y nuestra esperanza no puede nacer más que de la palabra suya, la
palabra de aquél que dio todo por amor. Para ello, contamos con la ayuda infinita
de María, su madre, nuestra madre… y como decíamos ayer, Madre de Esperanza.
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