domingo, 22 de noviembre de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO 22/11/2015



Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo

“Tú lo dices, soy Rey”

San Juan 18, 33-37

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" Respondió Jesús: "¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?" Pilato respondió: "¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?" Respondió Jesús: "Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí."
Entonces Pilato le dijo: "Luego ¿tú eres Rey?" Respondió Jesús: "Tú lo dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz."


Reflexión: La verdad es el amor 
 
En este último domingo del año litúrgico celebramos la solemnidad de Cristo Rey del Universo. El Evangelio de hoy nos presenta un pasaje del dramático interrogatorio al que Poncio Pilato sometió a Jesús, cuando se lo entregaron con la acusación de haber usurpado el título de «rey de los judíos». A las preguntas del gobernador romano, Jesús respondió afirmando que era rey, pero no de este mundo. No vino a dominar los pueblos y territorios, sino a liberar a los hombres de la esclavitud del pecado y reconciliarles con Dios. Y añadió: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz»
Pero, ¿cuál es la «verdad» que Cristo vino a testimoniar al mundo? Toda su existencia revela que Dios es amor: esta es, por tanto, la verdad de la que dio pleno testimonio con el sacrificio de su misma vida en el Calvario. 



La Cruz es el «trono» desde el que manifestó la sublime realeza de Dios Amor: entregándose en expiación por el pecado del mundo, derrotó al dominio del «príncipe de este mundo» e instauró definitivamente el Reino de Dios. Reino que se manifiesta en plenitud al final de los tiempos, después de que todos los enemigos, y por último la muerte, hayan sido sometidos. Entonces, el Hijo entregará el Reino al Padre y finalmente Dios será «todo en todos». El camino para llegar a esta meta es largo y no es posible tomar atajos: es necesario que toda persona acoja libremente la verdad del amor de Dios. Él es Amor y Verdad, y tanto el amor como la verdad no se imponen nunca: tocan a la puerta del corazón y de la mente y, allí donde pueden entrar, ofrecen paz y alegría. Esta es la manera de reinar de Dios; este es su proyecto de salvación, un «misterio», en el sentido bíblico del término, es decir, un designio que se revela poco a poco en la historia.
Benedicto XVI, 26 Nov 2006, en www.corazones.org/biblia_y_liturgia
Fin del año litúrgico.

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