UNO DE DIEZ
Camino de Jerusalén Jesús cura a diez leprosos, pero uno solo
de ellos vuelve para dar gracias a Dios porque se había curado, uno solo había refrendado
su fe en Jesús, en Dios. Cuantas personas oran a Dios solicitando de su Amor de
su Bondad y de su Misericordia Divina y, una vez que esta petición le ha sido
concedida, no se acuerda de decir "Gracias Señor".
Jesús pasa su largo caminar por esta vida terrenal curando y
sanando las almas, San Lucas dice: “El poder del Señor le hacía obrar curaciones” (Lc, 5.17) y, estos mismos
hechos lo reconoce Nicodemo hablando con Jesús. "Nadie puede realizar las
señales que Tú realizas si Dios no está con Él" (Jn. 3,2) Por eso esta persona que está enferma de lepra
se presenta ante Jesús, porque ha entendido lo que significa Jesús, más que la
Ley y más que la enfermedad, sabe que de la voluntad de Dios depende el propio
destino de su vida.
Antes eran los leprosos, hoy somos nosotros quienes
necesitamos de esa cura de humildad por nuestra falta de fe, nuestro egoísmo,
por nuestra ingratitud, cuantas veces pasan por nuestro lado esos hermanos que
necesitan de nuestra ayuda, y que quizás pidan solo una mirada, unas palabras
que les dé serenidad, confianza, amor, porque están hundidos y sin fuerzas para
levantarse.
Quizás necesitan solo unas palabras que les sirva para
reintegrarse a la vida social. Aún con la dolorosa conciencia de las propias
fragilidades, hay que seguir adelante sin declararnos vencidos y recordar lo
que el Señor dijo a San Pablo "Te basta mi gracia, porque mi fuerza se
manifiesta en la debilidad" (2 Co, 12,9) porque como enseñaba Santo Tomas
de Aquino "No adoramos a Dios con sacrificios y dones exteriores por Él
mismo, sino por nosotros y por el prójimo. Él no necesita nuestros sacrificios,
pero quiere que se los ofrezcamos por nuestra devoción y para la utilidad del
prójimo. Por eso la misericordia, que socorre los defectos ajenos es el sacrificio que más
le agrada, ya que causa más de cerca la utilidad del prójimo".
Así haremos de la Misericordia de Dios la clave del Evangelio
y de la vida cristiana.
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