miércoles, 4 de noviembre de 2015

FORMACIÓN COFRADE, AÑO DE LA MISERICORDIA




LA PAZ DE  DIOS

Las buenas obras del cristianismo dan testimonio de la Paz de  Dios (Flp 4, 8-9)  y, las Cartas Pastorales, nos cuentan la vida cristiana como salvación; la acción salvadora; la acción de  la Iglesia y de los cristianos como acción salvadora; la manifestación de esa conciencia de salvación por medio de las buenas obras y, todo eso conduce al conocimiento de Cristo Jesús. Dios y Salvador de todos los hombres. Es como si quisiéramos exponer el anuncio explícito de Jesucristo que nos remite de una forma inmediata a la dimensión religiosa del cristianismo, al cristianismo como religión, como  propuesta de salvación que Dios nos ofrece. Esa Paz, esa paciencia que hace que Dios nunca se canse de perdonar como nos indica el  Papa Francisco, cuando hace referencia al episodio de la mujer adúltera, a la que Jesús salvo  de la condena a muerte.


Nos conmueve la actitud de Jesús; no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras de condena, sino palabras de amor, de misericordia que invitan a la conversión "Tampoco yo te condeno"; vete y no vuelvas a pecar". ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros?, nos dice el Santo Padre. Así, la Nueva Evangelización nos permite acercarnos a Jesús para que entendamos su Palabra que nos invita a ser discípulos llamados desde el inicio para ser "pescadores de hombres" (Mc 1. 17)  que son enviados por Cristo a predicar por el Reino de Dios.

San Agustín, el gran Doctor de la Iglesia de Occidente, experimentó, según su propio  testimonio, la misericordia y la cercanía de Dios en su vida justamente cuando más alejado de  él se sabía, por eso si no somos capaces de anunciar de forma nueva el mensaje de la  misericordia divina a las personas que padecen aflicción corporal y espiritual, deberíamos callar sobre Dios.


Dios siempre tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito, esa es la Paz de Dios y, Grande es la Misericordia divina, fíjate en estas palabras; Yo soy la Madre del Amor Hermoso (Eccli. 24,24? dice María; porque su amor, al mismo tiempo que hace a las almas hermosas a los ojos de Dios, le estimula  a recibirnos por hijos como amorosa Madre. ¿Y qué madre ama tanto a los suyos? ¿Qué madre mira por ello con tanta solicitud como Vos los hacéis, Reina y Madre dulcísima?

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