LA PAZ DE DIOS
Las buenas
obras del cristianismo dan testimonio de la Paz de Dios (Flp 4, 8-9)
y, las Cartas Pastorales, nos cuentan la vida cristiana como salvación;
la acción salvadora; la acción de la Iglesia y de los cristianos como
acción salvadora; la manifestación de esa conciencia de salvación por medio de
las buenas obras y, todo eso conduce al conocimiento de Cristo Jesús. Dios y
Salvador de todos los hombres. Es como si quisiéramos exponer el anuncio explícito
de Jesucristo que nos remite de una forma inmediata a la dimensión religiosa
del cristianismo, al cristianismo como religión, como propuesta de
salvación que Dios nos ofrece. Esa Paz, esa paciencia que hace que Dios nunca
se canse de perdonar como nos indica el Papa Francisco, cuando hace
referencia al episodio de la mujer adúltera, a la que Jesús salvo de la
condena a muerte.
Nos conmueve la
actitud de Jesús; no escuchamos palabras de desprecio, no escuchamos palabras
de condena, sino palabras de amor, de misericordia que invitan a la conversión "Tampoco
yo te condeno"; vete y no vuelvas a pecar". ¿Habéis pensado en la
paciencia de Dios, la paciencia que tiene con cada uno de nosotros?, nos
dice el Santo Padre. Así, la Nueva Evangelización nos permite acercarnos a
Jesús para que entendamos su Palabra que nos invita a ser discípulos llamados
desde el inicio para ser "pescadores de hombres" (Mc 1. 17) que
son enviados por Cristo a predicar por el Reino de Dios.
San Agustín, el
gran Doctor de la Iglesia de Occidente, experimentó, según su propio testimonio,
la misericordia y la cercanía de Dios en su vida justamente cuando más alejado
de él se sabía, por eso si no somos capaces de anunciar de forma
nueva el mensaje de la misericordia divina a las personas que padecen
aflicción corporal y espiritual, deberíamos callar sobre Dios.
Dios siempre
tiene paciencia con nosotros, nos comprende, nos espera, no se cansa de
perdonarnos si sabemos volver a Él con el corazón contrito, esa es la Paz de
Dios y, Grande es la Misericordia divina, fíjate en estas palabras; Yo soy la
Madre del Amor Hermoso (Eccli. 24,24? dice María; porque su amor, al mismo
tiempo que hace a las almas hermosas a los ojos de Dios, le estimula a
recibirnos por hijos como amorosa Madre. ¿Y qué madre ama tanto a los suyos? ¿Qué
madre mira por ello con tanta solicitud como Vos los hacéis, Reina y Madre
dulcísima?
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