miércoles, 31 de marzo de 2021

Bitácora de San Julián: Asaltar los cielos

 


    El asalto a los cielos es mencionado en los poemas de Friedich Hölderlin (1770-1843) y con posterioridad ha sido utilizado el término con el significado de alcanzar lo inalcanzable a través del esfuerzo. En este mes de marzo todos los hermanos de la Hiniesta, no solo hemos asaltado los cielos, sino que gracias a Nuestros Titulares lo hemos conquistado, al menos una parte importante del mismo, el referente a nuestras emociones, a nuestras creencias, a nuestra propia identidad como colectivo. 

    El septenario de la Virgen fue el primer aldabonazo, logramos que un lunes de febrero fuese Domingo de Ramos, lo que no es poco. Con solo ver a nuestra Madre Hiniesta subida a su palio vestida de hebrea, nos provoco a muchos un vuelco al corazón. Después vino el septenario en sí, que de la mano de el sacerdote Plácido Manuel Díaz Vázquez se convirtió en un autentico cántico mariano de alcance muy sentimental. No me importa decir que para la mayoría de los asistentes fue la primera vez que escuchamos aplaudir a toda la feligresía al término del mismo. Si el mes de marzo empezó en todo los alto, el final fue el asedio definitivo de la felicidad como hermano de la Hiniesta.


    Difícilmente se olvidará en San Julián este 28 de marzo del 2021, este Domingo de Ramos, sin procesiones, pero con todo el pueblo de Sevilla en la calle. La parroquia y sus calles adyacentes se convirtieron en un mar repleto de sentimientos azules, de amor a Nuestros Titulares, de emociones que se negaban a ser escondidas y que se convertían en un torrente de lágrimas y de agradecimiento cuando se enfrentaban a ese icónico paso del Cristo de la Buena Muerte acompañado esta vez por su Madre y María Magdalena. Stábat Mater de profunda belleza y sobriedad marcado por unas flores que lo hacían diferente y a la vez eterno. Curiosamente la mera colocación de las imágenes cambió el concepto de las mismas, comprendimos en toda su dimensión la tragedia del Calvario. Un Cristo entregado por amor, una María Magdalena que absorta contemplaba el cuerpo muerto de su Maestro y una Madre mirando al vacío que lo contenía todo dándole sentido a lo que sus ojos querían negar. Y por si fuera poco, la música de la Banda de Arahal y de Mairena del Alcor lo acompañaron durante horas, mientras que los fieles transcurrían pausada y devotamente delante de tan bellas imágenes. Convirtieron el templo en calle y ahora sí, los sentimientos en recuerdos.



    No lo olvidaremos nunca, porque frente a tantos males que nos rodean, frente a la adversidad de una pandemia que se resiste a abandonarnos, allí todos sentimos ayuda y amor. Ver como las lágrimas no se podían contener, ver como tanto mayores como niños se entregaban en cuerpo y alma a sus sentimientos mas íntimos, jamás será olvidado, no puede serlo, porque sentimientos tan puros ya no se tienen, desgraciadamente la sociedad los ha olvidado. Es entregarse sin fisuras a los designios del Altísimo a través de su Amado Hijo y su Madre. Todos, cual Magdalena en el calvario, nos limitábamos a mirar embelesados y a proclamar al unísono, “Este es en verdad el Hijo de Dios”.

    San Julián, una vez más se convirtió en la Jerusalén prometida, y sus vecinos, así como los llegados de todos los confines de la ciudad en busca de ayuda y amor, quedaron saciados. Ciertamente no hubo nazarenos en sus calles, ni palio azul bordado de plata, ni claveles rojos en el paso del Señor, ni sus Titulares pudieron acudir de estación de penitencia a la Catedral Hispalense, pero el efecto sanador se cumplió con creces. El Pumarejo, Relator, Feria, Hiniesta, Moravia... geografía sentimental de cualquier devoto de la Hiniesta... se quedaron sin contemplar nuestra cofradía, pero sin duda les llegó el efecto amplificador del latido que venía de un barrio situado junto a la Puerta de Córdoba. Precisamente del sitio que Ella misma eligió, San Julián. Fue hundirse en el pasado para dirigirnos al futuro. Fue asaltar los cielos.    





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