Los recuerdos están llenos de historias inolvidables y ésta formará parte de esas historias. El día 21 de febrero, domingo, acabó el acto de Veneración de nuestra Virgen de la Hiniesta, un día lluvioso tras un espléndido sábado donde los fieles también se acercaron a nuestra titular con la emoción y el cariño habitual.
Palio azul y plata, los antiguos respiraderos de malla dorada, e inmensa y gloriosa la Hiniesta nos contemplaba, vestida de hebrea, como lo hace siempre en Cuaresma pero que, gracias a un pequeño grupo de hermanos, grupo de priostía a ley, habían convertido el momento en Domingo de Ramos.
Del suelo que pisaba al día anterior había sido alzada a su altar procesional y la magia hizo el resto. Volvió la esperanza a nuestras vidas, volvió la luz a nuestras oscuridades, la emoción de todo el que entraba se hacia palpable. Todos nosotros supimos al instante que Ella nos hacía partícipe de una gracia imborrable.
No, no era, Domingo de Ramos, era lunes de
Cuaresma, pero olía a Ramos, se oían los últimos preparativos antes de la
salida, era la gloria sostenida en el vacío de un templo que se convirtió en
universo por unos instantes. Ella revolvió todos nuestros sentimientos y nos
mostró el camino marcado por su hijo y hasta María Magdalena parecía postrarse
de admiración ante tal acontecimiento, esta vez miraba la gloria del palio
imposible en el momento más imposible.
El silencio de las naves del templo nos volvió a la
realidad, no, no era Domingo de Ramos, era el altar de culto que este año sus
hijos de San Julián le habían montado. ¿Es posible un altar mas
bello? ¿Un altar mas evocador…? Hacia ya dos años que no veíamos el palio de la
Hiniesta proteger y acariciar a su Virgen. Y ahí esta para que no se nos
olvide, para que lo contemos a nuestros padres, hijos o nietos, para crear la
leyenda de que un Lunes 22 de febrero de 2021, fue Domingo de Ramos en San
Julián.
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