“Estos días
azules, este sol de la infancia…”
Antonio Machado
La primavera aparece en Sevilla una tarde de domingo, da igual lo
que marque el calendario. Llega a nosotros, justo, cuando los rayos del sol
reflejan la plata que reluce sobre un terciopelo azul, mientras suena el trío de
De pronto, brotan, y los vivimos como una ensoñación. Suele ser
cuando entramos en el tiempo morado, cuando febrero avanza…
Nada es casualidad. Todo es un regalo. La ofrenda de la naturaleza, de sus hijos, del Creador mismo. Por eso se funden la nostalgia y la ilusión, la plata -más limpia que nunca- con el oro de los días, por eso el corazón tiembla y el alma canta por dentro. Por su belleza, por el añil de las páginas más bonitas de nuestras vidas, que son las que pasamos a su lado; por el panal de instantes de lo mejor de nuestra biografía, por su mirada perdida…
Es febrero el mes más corto, porque es como un espejismo, la efímera felicidad que nunca se alcanza del todo.
Este año no viviremos noches de ensayos de costaleros, oliendo a pescaito y escuchando carnaval, este año
el tiempo de las cenizas será distinto. Se hará más presente que nunca el
“polvo eres y en polvo te convertirás”, en el boceto de carboncillo de la etapa
monocromática que vivimos. Este año, no besaremos sus manos con nuestros
labios.
Pero, volveremos a apretar las manos de quien queremos cuando la
veamos a nuestra altura, volveremos a besar a quien llora recordando a su
padre, a días de función votiva… Volveremos a mirar a nuestra Chiquitita, en la nave de
Olvidaremos la maleza de la pena, las ausencias, los rencores y el
vacío… Porque Ella lo llena todo. Recordaremos los versos de Bécquer. Y
dejaremos a su lado el áncora seguro de nuestra nave.
¿Quién puede dudarlo? ¿Quién dice que no la besaremos? ¿Quién
teme? Nadie…
La besaremos. Un fin de semana entero. Un mes que nace para
Carlos Castro Arroyo
Secretario Segundo
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