viernes, 31 de octubre de 2008

Festividad de Todos los Santos

El día 1 de noviembre, solemnidad de Todos los Santos, es fiesta de precepto en el calendario litúrgico, la Iglesia nos invita a participar en la Santa Misa para celebrar este día. A lo largo del año litúrgico, la Iglesia nos propone a algunos santos para que sean nuestros modelos e intercesores. Hoy conmemoramos a todos los santos. La Iglesia reconoce sus virtudes y méritos, alaba su entrega a Cristo y a la Iglesia y pide su intercesión y ayuda. Los santos son los vencedores provenientes de la gran tribulación y han vivido según el programa de las Bienaventuranzas anunciadas por Jesús. La celebración de las Vìsperas de difuntos después de las II Vísperas de Todos los Santos, donde sea costumbre para la piedad de los fieles, puede mantenerse, juntamente con otros ejercicios tradicionales. A los fieles que visiten devotamente el cementerio u oren sólo mentalmente por los difuntos se les concede la indulgencia, aplicable solamente a las almas del purgatorio, del 1 al 8 de noviembre plenaria cada día, parcial en los demás días del año. El día de la conmemoración de los fieles difuntos, o con el consentimiento del Ordinario del domingo precedente o el siguiente, o en la fiesta de Todos los Santos, en todas las Iglesias y oratorios se pueden lucrar indulgencia plenaria.

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El origen de esta fiesta parece remontarse a la decisión del Papa Bonifacio IV que el 13 de Mayo del 609 ó 610, consagró el Panteón de Agripa, al culto de la Virgen y los mártires, comenzando así una fiesta para conmemorar a esos santos anónimos, desconocidos por la mayoría de la cristiandad, pero que por su fe y obras, son dignos de reconocimiento y veneración por toda la humanidad. Es el Papa Gregorio III (731-741) el que cambia la fecha del 13 de mayo a la del 1º de noviembre.

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El día 2 de noviembre, se celebra la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. La Iglesia ofrece el sacrificio eucarístico y su intercesión por los difuntos, no sólo en sus exequias y en su aniversario, sino también en la Conmemoración que cada año hace de todos sus hijos que duermen en el Señor, y procura con esmero ayudarlos con eficaces sufragios para que puedan llegar a la comunidad de los ciudadanos del cielo. De esta manera, mediante la comunión entre todos los miembros de Cristo, mientras implora para los difuntos el auxilio espiritual, brinda a los vivos el consuelo de la esperanza. Hay que esmerarse en fomentar la esperanza de la vida eterna, de tal manera que no se menosprecie la manera de pensar y obrar propia de las gentes en relación con los difuntos. Acéptese todo lo bueno que se encuentre en las tradiciones familiares, y en las costumbres locales. Pero aquello que parezca contradecir el espíritu cristiano, esfuércese en transformarlo de tal manera que el culto que se da a los difuntos manifieste la fe pascual y haga ver el espíritu evangélico.


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