San Mateo 17:1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a
Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro
resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
De repente se les aparecieron Moisés y Elías
conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si
quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa
los cubrió con su sombra y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el amado, en quien me
complazco. Escuchadlo».
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces,
llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
«Levantaos, no temáis».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a
Jesús, solo.
Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo
del hombre resucite de entre los muertos».
Comentario Fray Miguel de Burgos Núñez
(https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/hoy/)
Todos los años, en el segundo domingo de
cuaresma, leemos el relato de la transfiguración. El hecho de que esté en este
momento, tras la predicación de Jesús en Galilea y ya a las puertas de
emprender el viaje definitivo a Jerusalén, resulta elocuente. No podemos negar
que esta narración está concebida con un tono apocalíptico. Las dos columnas
del AT, Moisés y Elías son testigos privilegiados de esta “experiencia”, en el
monte (que nosotros lo conocemos como el Tabor, pero que no está identificado
en el texto, y no es necesario). Porque el “monte” en cuestión es un símbolo,
un lugar sagrado, un templo, el cielo… Precisamente esos dos personajes del AT
tuvieron con Dios su experiencia en el monte, el Sinaí o el Horeb que es lo
mismo. Por tanto, ya podemos llegar a percibir unas claves concretas de lectura
a partir de estas semejanzas con los personajes mencionados. Por una parte
están esos personajes para ser testigos de la “intimidad” de Jesús, el Hijo de
Dios, pero en su necesidad más humana… Jesús, no es un impostor que habla del
Reino a los hombres sin autoridad. Moisés y Elías testifican que no es así… si
“conversan” con él es porque ellos le conceden a Jesús el “testigo” definitivo
de la revelación. Pero este no es solamente un nuevo Moisés o un nuevo Elías…
es el Hijo, como hace notar la voz celeste: escuchadlo!
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