Hoy 11 de febrero, la Iglesia guarda memoria de la
Bienaventurada Virgen María de Lourdes.
Cuatro años después de la proclamación de su Inmaculada Concepción, la
Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven santa
María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta
de Massabielle, de la población de Lourdes, y desde entonces aquel lugar es
frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar.
En medio de una terrible epidemia de cólera que azotaba la
región meridional de Francia, Virgen vino al encuentro de Santa Bernardita para
ser testigo y mensajera del amor que nuestra Madre Celestial tiene a los
hombres de buena voluntad.
En estas apariciones, la Virgen María confirmó su
pureza al autoproclamarse “Yo soy la Inmaculada Concepción”.Lourdes ha sido
fuente de sanación física para mucha gente, y quizás ha sido este el milagro
más visible que Dios ha realizado para confirmar y sostener la fe en la obra.
Pero sin dudas que la sanación espiritual, la conversión de las almas, ha sido
el fruto más extraordinario que las generaciones han manifestado como evidencia
de la potencia de los actos de Dios en esta tierra.
Desde estas líneas felicitamos a todas las hermanas y devotas
de la Hiniesta que hoy celebran su onomástica.
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