Año litúrgico 2018
– 2019 Ciclo C. Año impar.
Primer domingo de
adviento
San
Lucas (21,25-28.34-36):
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos:
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».
Comienza
el Adviento. Es tiempo de preparación para la Navidad, cuando celebraremos el
nacimiento de Jesús. A todos nos sale en ese tiempo a flote el corazón de niño,
a veces demasiado hundido entre las muchas preocupaciones, problemas y
trabajos. Pero las cuatro semanas de Adviento son algo más que un tiempo de
preparación para esa celebración. La espera del aniversario del nacimiento de
Jesús, nos sitúa en la misma tensión en que vivió el mundo y la creación entera
ante el nacimiento del Mesías. Hace dos mil años es como si un escalofrío
hubiese recorrido el mundo. El Salvador estaba a punto de llegar. Nos gustaría
que la salvación prometida en Jesús se hubiese manifestado ya del todo. Y ésta
es precisamente la tensión en que vamos a vivir estas cuatro semanas. La espera
de la celebración del nacimiento se nos mezcla con la esperanza de que el Señor
Jesús venga definitivamente a nuestros corazones y a nuestro mundo.
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