Hoy 14 de septiembre La Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Cruz. Conmemoramos la
recuperación de las sagradas reliquias de la Santa Cruz por el emperador
Bizantino Flavius Heraclius Augustus (575 – 641).
La Santa Cruz es trono para Nuestro Señor Jesucristo. Tan
noble Rey venció en ella al pecado y la muerte, no al modo humano, sino al
misterioso modo divino. Jesús cargó con la Cruz y nos invita a que cada uno de
nosotros lo imitemos también en esto. No hay camino sin Cruz. Dios regala la
Cruz a quienes ama, a quienes quiere regalar también con muchos otros bienes.
Ese es el sentido de las palabras del Apóstol: “No quiero otra cosa que Jesús y
Jesús crucificado.”
En la lectura del día se recuerda el cántico de la carta a
los filipenses (2,6-11), “CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU
MISTERIO PASCUAL”
Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios;
al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así,
actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la
muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla
se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios
Padre.
En la Cruz nos encontramos y unimos a Cristo. Busquémoslo
siempre allí. Él, con sus brazos extendidos, nos espera para regalarnos el
abrazo de su infinito amor.
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