El próximo domingo 1 de diciembre comienza el tiempo de Adviento, las
cuatro semanas que anteceden a la gran fiesta del nacimiento de Jesús. Pero el
Adviento posee una significación más amplia que la simple preparación de la
Navidad que debemos abordar desde una triple perspectiva:
Histórica: Recordamos el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre en una fecha y
un lugar concretos de la historia de la Humanidad.
Antropológica: Cristo ha de nacer cada día en cada uno de nosotros.
Como dice San Pablo, abandonando el hombre viejo y revistiéndonos de los mismos
sentimientos de Cristo, conformando nuestras actitudes a las suyas.
Escatológica: El mismo Jesucristo que vino un día en carne mortal,
volverá al final de los tiempos con todo poder y majestad para establecer
definitivamente el Reino de Dios.
Los tres puntos de vista estarán representados en las lecturas del
Evangelio que la Iglesia propone para los próximos domingos. La escatológica el
primer domingo con el anuncio de la segunda y definitiva venida del Hijo del
Hombre ante la que debemos permanecer en alerta. La antropológica los domingos
segundo y tercero en torno a la figura de Juan el Bautista y su llamada a la
conversión. Finalmente, la visión histórica el cuarto domingo con el relato
entrañable de la Anunciación.
La actitud de espera es la característica del Adviento. Espera alegre
porque la llegada del Señor es una buena noticia. Y espera activa y confiada
porque estamos seguros de que las promesas de salvación se van a cumplir en la
Historia y en cada uno de nosotros y esa confianza nos permite mostrarnos
abiertos y disponibles para dejarnos transformar por el Espíritu de Dios. La
pluma del sacerdote y escritor José Luis Martín Descalzo (+1991) lo resumía
así.
“Se
puede esperar sin abrir la puerta.
Se
pueden tener las puertas abiertas pero no esperar nada.
El
secreto del Adviento está en esperar con las puertas abiertas.”
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