El
próximo día 13 de noviembre finaliza el año jubilar de la Misericordia
propuesto por Su Santidad el Papa Francisco, así se clausura en la puerta santa
de la Basílica Mayor de San Pedro y en las puertas de todas las catedrales y
templos escogidos como de peregrinación para este año jubilar.
Queremos
hacer en este momento un recorrido por las obras de misericordia, así el catecismo
de la Iglesia católica nos dice: “Obras de misericordia son acciones
caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestros prójimos en sus necesidades
corporales y espirituales (Is. 58- 6-8 y Hebr. 13. 3). Instruir, aconsejar,
consolar, confortar son obras de misericordia espiritual, como también lo son
perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporal consisten
en dar de comer al hambriento, dar techo a quien lo necesita, vestir al
desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre
estas obras, la limosna hecha a los pobres es uno de los principales
testimonios de la caridad fraterna. Es también una práctica de justicia que
agrada a Dios.” (Cat. Igl. ct. 2447)
Parábola del Hijo pródigo, ejemplo de misericordia |
Podríamos
decir que las obras de misericordia son como el compendio del evangelio entero.
Su origen se encuentra en el juicio final de Mateo 25, en el que Jesús juzgara
nuestra condición como cristianos por nuestro comportamiento con el prójimo. “Venid,
benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve
sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y
me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.’
Entonces los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te
dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y
te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel,
y acudimos a ti? Y el Rey les dirá: ‘En verdad os digo que cuanto hicisteis a
uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” Mt 25, 34-36
Las
obras de misericordia ya aparecen en el Antiguo Testamento, recordemos el texto
de Isaías 58, 5-7″¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero en el día de la
penitencia: inclinar la cabeza como junco acostarse sobre saco y ceniza? ¿A eso
llamáis ayuno y día agradable al Señor? Este es el ayuno que yo quiero: soltar
las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, dar la libertad a los
oprimidos, y arrancar todo yugo. Partir tu pan con el hambriento, y hospedar a
los pobres sin techo., cubrir a quien ves desnudo, y no desentenderte de los
tuyos”
Las
obras de misericordia tienen otro aspecto a tener muy en cuenta. Ya Orígenes,
padre de la iglesia, no se limitó a entenderlas de una manera puramente
exterior, sino que las explico espiritualmente. A partir de Él la
interpretación espiritual de las escrituras vio las obras de misericordia como
imágenes de nuestra relación con Cristo. Lo
importante de estas obras de misericordia es que obremos el amor por sí mismo y
no por la espera de recompensa, pues al final de nuestra vida lo importante
será como hemos estado con los demás y como los hemos tratado, ya que en el
rostro del hermano encontramos el rostro de Dios.
En
Mateo 25 relata seis obras de misericordia a la que la iglesia primitiva añadió
una más: enterrar a los difuntos. Dentro de la tradición fueron tomando forma
siete obras de misericordia corporales y siete espirituales. San Agustín
distingue entre buenas obras de amor que afectan al cuerpo del prójimo y buenas
obras que atañen a su alma.
Para
finalizar con esta reseña sobre las obras de misericordia decir que se dividen
en dos clases o tipologías: corporales y espirituales.
Las
obras de misericordia corporales son: dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los enfermos,
redimir al cautivo y enterrar a los muertos.
Las
obras de misericordia espirituales son: enseñar al que no sabe, dar consejo al
que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las injurias, consolar al
triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rogar a Dios por los
vivos y difuntos.
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