viernes, 30 de abril de 2021

Bitácora de San Julián: Días de Gloria, Días de Pasión, Días de Esperanza


Han pasado los días grandes de todo sevillano, este año, de nuevo han sido diferentes, pero sin duda alguna gozosos. El Domingo de Ramos, aún sin salir nuestra hermandad, fue un día para el recuerdo. San Julián olía a Hiniesta, quizás más que nunca, porque las ausencias se hacen mucho más presentes. 

Todo salió a la perfección y el comportamiento de hermanos y vecinos fue ejemplar. Fue un día feliz, muy feliz, lleno de esperanza y de amor a Nuestros Titulares. Desde el principio de la mañana hasta el Martes Santo, nuestra Hiniesta lució en un altar magnifico hecho con el amor que Ella se merece, la música y la devoción hizo el resto.

Los días de Pasión fueron, en todas las hermandades de penitencia, una constancia que Sevilla no olvida, que los sentimientos perduran, que nada queda en el olvido, y las palabras de Charles Dickens cobraban un nuevo significado:

“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos: la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos, íbamos directamente al cielo y nos extraviábamos en el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que tanto, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, solo es aceptable en grado superlativo”

                                                        Charles Dickens “Historia de dos ciudades”

Y superlativo fue el comportamiento de Sevilla y muy especialmente del barrio de San Julián que supo estar a la altura de nuestros sueños, a pesar de todo, a pesar de los pesares, a pesar de lo difícil del momento, de los sentimientos a flor de piel, hermosa lección del sentir popular de lo que acertadamente se denomina “religiosidad popular”, tantas veces tan denostada pero que para nosotros es esencial, como esenciales son los cultos que se desarrollan durante todo el año para mantener esa fuerza en los momentos claves. La devoción a nuestros titulares es algo que hay que mantener día a día, no solo un día al año, aunque este sea la clave de todo.

Ahora es tiempo de mirar hacia adelante por lo que la misa de celebración de la Coronación Canónica de nuestra Virgen de la Hiniesta Gloriosa, patrona de la ciudad, se nos antoja fundamental. Cuarenta y siete años después de la efeméride, hay que demostrar que estamos todos allí, con Ella. 

Los que la disfrutamos para recordarlo una vez más, los que no estaban en aquel momento para que tengan conciencia que somos una hermandad con historia y raíces. Que el Azul y Plata es símbolo de nuestra inquebrantable unión a nuestros ancestros y a sus devociones mas profundas. La Hiniesta es Domingo de Ramos, pero también es esperanza y fe para todo el año, sin su energía no seriamos nada. Que no se nos olvide.


miércoles, 14 de abril de 2021


 Rotos de dolor, damos conocimiento de nuevo, de la triste noticia del fallecimiento de Dña. Josefa Arriola, madre de N.H.D. Emilio Balbuena Arriola.

Su familia de la Hiniesta se pone a disposición de nuestro hermano para todo lo que le hiciera falta, y más sabiendo por el momento tan duro que han pasado en estas últimas dos semanas.

Elevamos una oración al Stmo. Cristo de la Buena Muerte por su eterno descanso, y pedimos a la Stma. Virgen consuelo a toda su familia para sobrellevar estos delicados momentos.


martes, 6 de abril de 2021

Nota de Condolencia


 Damos conocimiento de la triste noticia del fallecimiento de D. José Balbuena García, padre de N.H.D. Emilio Balbuena Arriola.

Elevamos una oración al Stmo. Cristo de la Buena Muerte por su eterno descanso, y pedimos a la Stma.  Virgen de la Hiniesta dé consuelo a la familia para sobrellevar estos duros momentos. 

sábado, 3 de abril de 2021

ANUNCIAMOS TU MUERTE, ¿PROCLAMAMOS TU RESURRECCIÓN?

 

    Cuando nos acercamos ya a vivir otra Semana Santa, aunque diferente, me atrevo a compartir esta reflexión fruto de mi experiencia docente durante muchos años con jóvenes y adolescentes.

    Siempre al llegar estas fechas, dedicábamos algunos momentos a profundizar en el sentido de los misterios que vamos a celebrar y nos servíamos de nuestras cofradías, de su arte, de sus misterios, de su simbolismo, de su historia…para entender los acontecimientos más importantes de la Pasión y Muerte de Cristo.

    Me gustaba también compartir los sentimientos que movían a muchos de ellos a ser hermanos de una hermandad, encontrando siempre un nutrido grupo de la nuestra.

    Se les iluminaba el rostro al recordar a sus mayores, a los que le llevaron por primera vez al templo; vibraban con la emoción que les producía la estampa de su cristo o de su virgen con tal o cual marcha; vivían ilusionados las tardes que pasaban colaborando con la priostía, con sus ensayos de acólitos, consiguiendo las mejores fotos de los besamanos; contaban con ansias los días que faltaban para vestir sus túnicas y acompañar a sus titulares y solo les entristecía el pensar, que la lluvia pudiera frustrar una nueva Semana Santa.

    Nuestros chicos y chicas estaban preparados para anunciar, como solo Sevilla sabe hacer que, tras el sufrimiento, la burla y el escarnio, Cristo muere en la cruz y no hay posible consuelo para el dolor de su Madre.

    Pero… nos sorprendería comprobar cuántos de estos chicas y chicas apenas una semana después, reconocían abiertamente no creer en la resurrección de Jesús y menos aún en la existencia de esa otra vida feliz y para siempre que Cristo nos promete.

Y yo me preguntaba ¿qué fe estamos trasmitiendo? ¿podemos conformarnos con alimentar una creencia en hechos históricos, en una Madre y un Hijo que más allá de enseñarnos el camino del bien, obran milagros y constituyen para nosotros el refugio de nuestros males?

Podríamos discutir mucho sobre el tema, pero en San Pablo tenemos la respuesta más contundente: “Si Jesucristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe”.

Desde aquí quiero animar a cuantos tenemos en nuestras manos la misión de evangelizar y de acompañar a nuestros jóvenes - y las hermandades son sin duda un lugar privilegiado para ello - a que no perdamos la oportunidad de que cada encuentro, cada visita al templo, sirva para contagiar la certeza y la alegría de Cristo resucitado.

Llegará un nuevo Domingo de Ramos, nuestros priostes quizás nos vuelvan a sorprender otra vez con una estampa que aflorará nuestros más íntimos sentimientos, y volveremos a estar listos para anunciar la Buena Muerte de Cristo. Pero, sobre todo, hagamos de San Julián el lugar elegido para que como hizo María Magdalena PROCLAMEMOS SU RESURRECCIÓN.

Loli González Ruíz