Narra Bermejo para la historia de la
Ciudad, que Sevilla fue sitiada en tiempos de Gunderico el monarca de los
vándalos y alanos, allá por el año 423. En esos momentos convulsos y terribles
para la cristiandad, la Virgen de la Hiniesta fue retirada del culto y preservada
de posibles actos sacrílegos, ocultándosela en el Templo de San Julián.
No sería ésta su morada definitiva. Con
la llegada de los árabes la decisión de los fieles se hizo efectiva, la Señora
fue trasladada a tierras catalanas donde la seguridad se podía garantizar,
adentrándola en los montes, entre lentiscos y retamas, protegida de posibles
profanaciones.
Pero llegó un momento en que la Virgen
de la Hiniesta quiso regresar a Sevilla, después de haber hecho benditas
aquellas tierras Catalanas. Quiso Santa María de la Hiniesta, poner en su
camino a un noble caballero aragonés Mosén Per de Tous, que en 1380, encontrándose
éste de cacería, halló Su bella imagen acunada por el aroma del romero y el
tomillo.
Y Mosén la trajo hasta Sevilla,
levantando capilla y enterramiento familiar en la cabecera de la nave del
Evangelio de San Julián. Corría el año del Señor de 1407, cinco años después se
erigiría la Hermandad para honor y gloria de la Virgen de la Hiniesta, patrona
y alcaldesa bendita de la Ciudad.
Así se cumplió todo lo que la Madre de
Dios, “bella Rosa gloriosa en un volcán”, dispuso en tierras altas de Montserrat,
como reza su leyenda a modo de deseo:
"Sum Hispalis de Sacello ad
Portem quod ducit ad Cordubam"
"Soy de Sevilla, de un templo que
se encuentra en la puerta que conduce a Córdoba".
Permite a la pregonera, Rosa entre las
retamas e Hiniesta de San Julián, que tome en éste momento tu deseo y
sentimiento que a Mosén dejaste dicho y me lo lleve conmigo hasta Capillas,
Iglesias, Conventos y hasta cenobios, donde moran devociones que de otras
tierras llegaron y aquí raíces echaron, siendo ya tan sevillanas como tu propia
pureza.
Irene Gallardo Flores
3 de mayo de 2008
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