Ya está la Hiniesta en la calle,
ya está. Si hermanos, cuando en el teatro torero de la Maestranza la voz de un
baratillero de los de siempre, grita al cielo de Sevilla que en siete días ese
cielo se hará cielo para nuestra Madre Hiniesta, anunciando la Semana Mayor,
nos está diciendo que ya no hay más espera, no hay más plazos, sólo el del paso firme de los nazarenos enhiestos de túnica
de cola blanca y antifaz azul, la mejor escolta que pudiera tener el Rey de
Reyes, ese Cristo de la Buena Muerte que tanto nos impresiona cada Domingo de
Ramos con su placidez y aceptación de la muerte como una Buena Muerte.
Ya está la Hiniesta en la calle, ya está. Ya la ojiva de San Julián susurra al capataz cada movimiento del palio para que no roce un varal, ya está la Hiniesta en la calle, ¡si hermano, ya está! Un año más el milagro de esa salida vuelve a encandilar al pueblo de Sevilla, a todo San Julián. Un año más la Hermandad se hace Cofradía para enseñar a los fieles, devotos, curiosos, ..., que en San Julián nace la Semana Santa, la Semana Santa más especial, la de Sánchez del Arco, Montoto, Peyré, De la Rosa, Romero Murube, la de los sevillanos que con lealtad tenían esa ojiva, la ojiva de San Julián como pórtico sagrado de los siete días más mágicos en nuestra ciudad, esos que de Domingo a Domingo nos muestran la verdad de un Dios que se hizo hombre para estar entre nosotros y para redimirnos de todo mal.
Ya está la Hiniesta en la calle,
ya está. A poco que cerréis los ojos y apreciéis el olor de la cera quemada,
del incienso, del clavel y el azahar y de esos sonidos inconfundibles que
vienen desde la campiña sevillana, veréis a nuestro Cristo de la Buena Muerte
en todo su esplendor con Santa María Magdalena a los pies que llora por
nuestros pecados y pide consuelo y perdón. Los sones de Santa María Magdalena
del Arahal esos que jamás nos dejarán acompañan la escena del perdón de los
pecados que es nuestro paso de Cristo, todo un ejemplo de penitencia, de
redención y de amor.
Ya está la Hiniesta en la calle,
ya está. En el interior de la parroquia suena el llamador del paso de Cristo.
Todo vuelve a empezar y vivimos el rito una vez más, suena “Hiniesta”, las
lágrimas al compás de esa melodía sublime, que el maestro Peralto supo captar
en una partitura que no nos deja de emocionar año tras año. El paso se mece
poco a poco, nada más y un revuelo de almas encendidas y de antifaces color del
cielo, comienzan a preparar el día más hermoso, más soñado, más esperado, el
día de la verdad, de la verdad de cada hermano en su soledad. Hermanos no
dejéis de soñar con un nuevo Domingo de Ramos “Azul y plata”, ya está la Hiniesta en
la calle, ya está…
1 comentario:
Simplemente GRACIAS!!! y a soñar con nuestro Domingo de Ramos.
Un abrazo.
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