Ignacio Pérez Franco |
Soy de Sevilla, Patrona y Bienhechora
(Leyenda de la Virgen de la Hiniesta.
Encontrada por Mosén Per de Tous en el año 1.380)
¿De dónde este amor en nuestras
Hermandades y Cofradías y en Sevilla entera por la Virgen?.
Quizás la respuesta a esta
pregunta la hallemos en el mismísimo inicio de la Semana Santa. Con los
primeros rayos de sol de la tarde del Domingo de Ramos fundido, como pan de
oro, sobre la blanca cal de las azoteas, se produce, cada año, el milagro de un
alumbramiento. Por la estrecha ojiva de la puerta de una Iglesia, rompe aguas
la oscuridad y se desborda un río que inunda de celestes la tarde sevillana. Es
como si el mismísimo cielo se hubiese abierto derramando su celestial materia
sobre las calles y las plazas de la ciudad.
Esa tarde, en la penumbra de
aquella Iglesia tantas veces maltratada por la historia, se quedará la gótica
sonrisa de una Virgen pequeñita, réplica de aquella otra que, perdida en tierra
extraña, pidió que la trajeran a Sevilla, a una ermita situada junto a la
puerta de Córdoba, porque era, de esa ciudad, su patrona y bienhechora.
Aquella sonrisa se ha trocado en
tristeza y su expresión ingenua, es ahora la viva estampa de la pena y de la
angustia de una joven muchacha, morena de facciones delicadas, guapa a más no
poder. El templete que la cobija a diario es ahora un palio con el color de un
cielo estrellado. Y su hijo, aquel niño juguetón que sostenía en sus brazos, es
el Hombre recio que ha vencido a la muerte desde el leño verde de una
Cruz.
Cuando el paso de la Virgen
supera en un trabajo imposible la estrechez de la puerta de la Iglesia todo es
emoción y júbilo desbordado. Todo se llena de Ella. Por eso, esa tarde, en San
Julián, la ciudad se reconquista a sí misma en el amor a la Virgen María,
aquella que, perdida, proclamó "Soy de Sevilla".
Si, la Señora lo ha dicho alto y
claro: ¡la Virgen es sevillana!
Ya sabemos que María nació en
Nazaret, pero quiso hacerse sevillana. Y nosotros, amorosamente la acogimos
como hija adoptiva y predilecta dando muestras, una vez más, de nuestra
singular teología, aquella que nos permite llamar Padre al Hijo y ahora
proclamar Hija adoptiva y predilecta a la Madre.
Por eso, en justa
correspondencia, es ahora la ciudad, cuando la ve, cuando la sigue y la
piropea, la que proclama orgullosa aquella jaculatoria, la más hermosa
declaración de amor a la Madre de Dios, que nos dejó como precioso legado el
beato Juan Pablo II. Si la Virgen es de Sevilla, nosotros, sevillanos y no
sevillanos, somos todos tuyos, somos de María. Por eso,
En el Domingo de Ramos
toda la ciudad la espera
para estrenar primavera
en la palma de sus manos.
¿Por qué razón sevillanos
alma y vida están de fiesta?
¿Qué dulce emoción es ésta
que un tibio temblor delata?
Es la pena azul y plata
de la Virgen de la Hiniesta.
Es verdad lo de esta espera
de la ciudad, yo lo siento
pues el mismo Ayuntamiento
por patrona te tuviera.
Allí donde aparecieras
obrase tal maravilla
Virgen guapa y sin mancilla
bendita fue aquella hora
cuando orgullosa, Señora
dijiste ¡Soy de
Sevilla!
Pronunciado en el Teatro de la Maestranza el 25 de marzo de 2012. Pregón de la Semana Santa por Ignacio José Pérez Franco.
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