Hoy 12 de junio, la Iglesia conmemora la Solemnidad de Pentecostés, día en el que se concluyen los sagrados cincuenta días de la Pascua y se conmemoran, junto con la efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos en Jerusalén, los orígenes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica a todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones. Pentecostés es el día y el tiempo del Espíritu Santo. El Espíritu estuvo presente al inicio de la vida pública de Jesús y está también al comienzo de la actividad misionera de la Iglesia. La presencia del Espíritu en la Iglesia tiene una triple finalidad: primero: para continuar en la Iglesia el plan salvífico universal (1 lect.); segundo: para llevar a término la obra de Cristo después de su Ascensión y convertir a los discípulos en mensajeros de paz y de perdón (Ev. a); tercero: para que el Espíritu Santo comunique sus dones a los fieles en favor del bien común (2 lect. a). Acabado el Tiempo de Pascua, se apaga el Cirio Pascual, que es conveniente colocar en un lugar digno del baptisterio, para que, en la celebración del Bautismo enciendan en su llama los cirios de los bautizados. El color propio de la misa es el rojo y como hecho curioso debemos indicar que a la finalización de la eucaristía, a las palabras de despedida que hace el sacerdote: “Podéis ir en paz”, se debe añadir por parte de la asamblea: “Aleluya, aleluya”.
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