Domingo I de Adviento
Comienza el año litúrgico. Ciclo A
“Cuando menos penséis viene el Hijo del Hombre”
San Mateo 24, 37-44
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Cuando
venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del
diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban
esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban
llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo
del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo
dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la
dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro
Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene
el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por
eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis
viene el Hijo del hombre.
Reflexión: Estad en vela para estar preparados
Para Mateo, la segunda
venida del Señor presenta dos aspectos estrechamente relacionados que se
perciben simultáneamente: su proximidad y el desconocimiento del momento
exacto. Ambas realidades vitalizan la espera de forma complementaria. Ser
consciente de la cercanía evita que la ignorancia momento exacto conduzca a una
espera de lejanía, que no determine el modo de vivir, al tiempo que el
desconocimiento del momento preciso preserva a los miembros de la comunidad de
la pretensión de conocer los planes de Dios.
Esta doble dimensión aparece
bien expresada en la metáfora paulina de la alborada, la transición entre la
noche y el día (Rom 13,12), una realidad inminente pero que aún no se ha hecho
presente. Su concreción desvelará quién tuvo la actitud de vigilia correcta, de
manera que personas que aparentemente han vivido en proximidad y realizando las
mismas tareas (Mt 24,) tendrán destinos diferentes. Quien es incapaz de velar
queda atrapado en las actividades tenebrosas sin posibilidad de ver despuntar
el día. Quien vela pertrechándose con “las armas de la luz”, esto es, la
oración (Mc 14,38), la responsabilidad ante los semejantes (Mt 24,45-51), la
obediencia activa desde los talentos recibidos (Mt 25,13-23), y el amor a los hermanos
más humildes (Mt 25,31-40), entabla una relación con el Cristo viviente que le
permitirá ser iluminado por Él en el gran día de su venida.
Pablo Díez,
pbro, en http://www.archisevilla.org/i-domingo-de-adviento
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