La rehabilitación de la iglesia de San Luis de los Franceses, en el barrio de San Luis, ha deparado la que bien puede ser la noticia patrimonial del año, y eso que estamos en febrero: en el interior de esa potentísima cáscara barroca subyace un corazón mudéjar, oculto hasta ahora pero lo suficientemente enjundioso como para que la propietaria del templo, la Diputación de Sevilla, se plantee en el futuro, una vez acabe la puesta a punto ahora en marcha, apostar por descubrir lo que se pueda del que fuera el palacio de los Ribera, que se sospecha que es del siglo XIV.
San Luis de los Franceses es un complejo compuesto por el templo, el noviciado con claustro anejo y la Capilla Doméstica. Pues bien, ha sido en esta última, una pequeña (de tamaño) pero gran virguería constructiva, donde los arqueólogos, a raíz de la preceptiva lectura paramental, han descubierto vestigios procedentes del palacio o gran casona que tenía la familia de los Ribera en esta zona del norte de la ciudad y que a fines del siglo XVI ya estaba abandonado, lo que aprovecharon los jesuitas (1606) para construir el que pasa por ser uno de los mejores y más logrados ejemplos de la arquitectura barroca no ya de Andalucía, sino de toda Europa.
Basta mirar sobre el dintel de entrada de la Capilla Doméstica para observar cómo las obras han dejado traslucir las decoraciones propias de las construcciones islámicas, que tanto gustaron a nuestros reyes tras la Reconquista (el palacio de Pedro I en el Real Alcázar es un atinado ejemplo). Pero es que hay más: la propia disposición de la capilla no es azarosa, sino que reaprovechaba el salón principal del palacio preexistente, según explicó ayer el arquitecto de la obra, Fernando Mendoza Castells (responsable, en los últimos años, de dos de las rehabilitaciones eclesiásticas más relevantes de Sevilla: El Salvador y Los Descalzos de Écija), durante una visita de prensa a los trabajos.
La capilla era la antigua qubba y, siendo esto así, y existiendo junto a ella un claustro, la cosa apunta a que bajo este patio que desde hace décadas luce con losas de mármol blanco se pueda hallar el patio de crucero típico de los palacios islámicos y, por imitación de éstos, mudéjares.
De ser así, el paralelismo con lo sucedido en el Real Alcázar, concretamente en el Patio de las Doncellas, sería asombroso. Allí también había un patio enlosado de mármol en época de Carlos V y, cuando se decidió excavarlo, afloró con toda su belleza un patio longitudinal (en este caso no es de crucero) en perfecto estado de conservación. Se recuperó y hoy día es uno de los motivos más fotografiados del monumento. Fernando Mendoza y el arqueólogo Marco Antonio Gavira están convencidos de que en san Luis estamos ante un caso similar.
Y la Diputación está encantada de poder añadirle en el futuro un plus a un edificio que ya de por sí es una joya. "Habrá que buscar fuentes de financiación para explorar ese patio", acertaba ayer a decir la diputada de Cultura. Eso sí, lo primero es lo primero: acabar con unas obras esenciales para devolverle a San Luis de los Franceses el esplendor que se merece.
La empresa Freyssinet, con Mendoza e Inés Álvarez-Ossorio más el arqueólogo al frente, llevan desde el pasado julio sacando lustre al edificio, que agradecido está respondiendo a las expectativas. Si los plazos se cumplen, en julio de 2012 se reinaugurará el templo y, con ella, la magnífica cripta localizada bajo su planta. Se trata de una construcción "única en su género" al decir del arquitecto, que se ha vaciado de enterramientos (había unos 200) y estrenará uso expositivo. La rehabilitación tiene un coste de 3.144.312 euros, de los que la mitad los pone el Estado.
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