Domingo V de Pascua
“Amaos unos a otros como yo os he amado”
San Juan 13, 31-35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es
glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él. Si Dios es
glorificado en Él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo
glorificará.
»Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por
la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros».
Reflexión: No perder la identidad
Jesús se está despidiendo de sus discípulos.
Dentro de muy poco, ya no lo tendrán con ellos. Jesús les habla con ternura
especial: «Hijitos míos, me
queda poco de estar con vosotros». La comunidad es pequeña y frágil. Acaba
de nacer. Los discípulos son como niños pequeños. ¿Qué será de ellos si se
quedan sin el Maestro?
Jesús les hace un regalo: «Os doy un mandato nuevo: que os améis
unos a otros como yo os he amado». Si
se quieren mutuamente con el amor con que Jesús los ha querido, no dejarán de
sentirlo vivo en medio de ellos. El amor que han recibido de Jesús seguirá
difundiéndose entre los suyos.
Por eso, Jesús añade: «La señal por la que
conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros». Lo que permitirá descubrir que una
comunidad que se dice cristiana es realmente de Jesús, no será la confesión de
una doctrina, ni la observancia de unos ritos, ni el cumplimiento de una
disciplina, sino el amor vivido con el espíritu de Jesús. En ese amor está su
identidad.
Vivimos en una sociedad donde se ha ido
imponiendo la "cultura del intercambio". Las personas se intercambian
objetos, servicios y prestaciones. Con frecuencia, se intercambian además
sentimientos, cuerpos y hasta amistad. Eric Fromm llegó a decir que "el
amor es un fenómeno marginal en la sociedad contemporánea". La gente capaz
de amar es una excepción.
Probablemente sea un análisis excesivamente
pesimista, pero lo cierto es que, para vivir hoy el amor cristiano, es necesario
resistirse a la atmósfera que envuelve a la sociedad actual. No es posible
vivir un amor inspirado por Jesús sin distanciarse del estilo de relaciones e
intercambios interesados que predomina con frecuencia entre nosotros.
Si la Iglesia "se está diluyendo"
en medio de la sociedad contemporánea no es sólo por la crisis profunda de las
instituciones religiosas. En el caso del cristianismo es, también, porque
muchas veces no es fácil ver en nuestras comunidades discípulos y discípulas de
Jesús que se distingan por su capacidad de amar como amaba él. Nos falta el
distintivo cristiano.
Los cristianos hemos hablado mucho del amor.
Sin embargo, no siempre hemos acertado o nos hemos atrevido a darle su
verdadero contenido a partir del espíritu y de las actitudes concretas de
Jesús. Nos falta aprender que él vivió el amor como un comportamiento activo y
creador que lo llevaba a una actitud de servicio y de lucha contra todo lo que
deshumaniza y hace sufrir el ser humano.
José Antonio Pagola, pbro, en
www.servitascadiz.com/comentarioalevangeliodeldomingo
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