De entre todos los actos presididos por Su Santidad, el que más emoción y recogimiento tuvo fue el celebrado en Cuatro Vientos la noche del sábado al domingo, la Vigilia que tuvo lugar en un panorama de inclemencias meteorológicas considerables, con una tormenta sobre el cielo de Madrid. En las palabras del Santo Padre pudimos ver el mensaje o lema de las Jornadas Mundiales de la Juventud, diciendo que si permanecéis en el amor de Cristo, arraigados en la fe, encontraréis, aun en medio de contrariedades y sufrimientos, la raíz del gozo y la alegría. La fe no se opone a vuestros ideales más altos, al contrario, los exalta y perfecciona. Queridos jóvenes, no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor, no os conforméis con menos que Cristo. En un clima que resultaba poco propicio para estar a la intemperie el Papa ensalzó la figura de Jesucristo, diciendo que Él, que tomó sobre sí nuestras aflicciones, conoce bien el misterio del dolor humano y muestra su presencia amorosa en todos los que sufren, animando a los presentes diciéndoles queridos amigos, que ninguna adversidad os paralice. No tengáis miedo al mundo, ni al futuro, ni a vuestra debilidad. El Señor os ha otorgado vivir en este momento de la historia, para que gracias a vuestra fe siga resonando su Nombre en toda la tierra. Finalizó su disertación con estas palabras, donde expresa la humildad de un hombre que está al servicio de su Iglesia y del pueblo de Dios os suplico que recéis también por mí. Pidámosle al Señor en esta noche que, atraídos por la belleza de su amor, vivamos siempre fielmente como discípulos suyos.
El gran acto de las jornadas fue la gran Eucaristía con la participación de más de un millón y medio de jóvenes, donde Benedicto XVI habla de la fe y de la pertenencia a la Iglesia, como una institución creada por Jesucristo y cimentada en los hombres a través de la figura de Pedro, así dice el Santo Padre que la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. La Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.
Pero quizás el mensaje más interesante que hizo el Papa Benedicto XVI es el de la vivencia de la fe en Cristo dentro de la Iglesia, ya que en su intervención insta a los jóvenes para recordar que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él. Justifica el Santo Padre la presencia de los jóvenes en estas jornadas diciendo que piensa que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
En su despedida en el aeropuerto de Barajas, el Papa Benedicto XVI dijo que España es una gran Nación que, en una convivencia sanamente abierta, plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica. Lo ha manifestado una vez más en estos días, al desplegar su capacidad técnica y humana en una empresa de tanta trascendencia y de tanto futuro, como es el facilitar que la juventud hunda sus raíces en Jesucristo, el Salvador.
Creemos que este pequeño resumen del amplio regalo espiritual que han supuesto las Jornadas Mundiales de la Juventud, expresa el mensaje del Santo Padre, refleja la fuerza de una Iglesia católica después de más de dos mil años y nos hace reflexionar sobre el futuro de las Hermandades dentro de la Iglesia, una institución que acoge a muchas asociaciones y en las que crecen otras instituciones eclesiásticas a un ritmo mayor que lo hacen nuestras Hermandades. Quizás sea el momento de acercarnos más a las nuevas realidades y exigencias de la institución que Cristo creara sobre la roca de Pedro. La alegría, la ilusión y la fortaleza de esta pujante juventud del Papa, nos ha hecho pensar mucho en estos días y esa buena energía que transmitían los jóvenes por todos los rincones de Madrid ha sido el gran tesoro espiritual que nos hemos traído. Debemos aprender de esta forma de vivir la religión, de esta norma y filosofía donde Dios lo centra todo, quedando como único referente y único modelo a seguir. La paz y tranquilidad con que estos jóvenes se enfrentan a este mundo de tentaciones, de perversiones, de falsos dioses y de tantos otros peligros, es realmente asombrosa. Ante las constantes provocaciones de los mal llamados indignados, han contestado con una sonrisa, con una frase ¡Esta es, la Juventud del Papa!, lo que ha enfurecido aún más a los intolerantes e irreverentes personajes, que en un reducidísimo número, pero en un gran alarde de ruido y movimiento, recorrían las calles más céntricas de Madrid buscando el encuentro con los peregrinos de las JMJ. Estos intolerantes que con la ayuda de medios de comunicación y otros poderes, intentan dictar las creencias o no creencias, el lugar y cuando debemos manifestarnos en las vías públicas, son tan represivos que no están sólo en contra de creencias religiosas, principalmente la católica, sino que están en contra de la propia democracia, de ese gran pacto que nos dimos los españoles con la Constitución de 1978. No saben lo que es sacrificarse, luchar ni esforzarse por unas ideas que tengan un bien general y común, antes al contrario, quieren ser un nuevo poder fáctico que dicte quien sí y quien no puede expresar sus opiniones o manifestaciones y creencias, vulnerando, por tanto, de forma fragante diversos artículos y leyes constitucionales. El neoanarquismo de estos intolerantes es un peligroso recurso que si no es atajado convenientemente provocará graves problemas a la sociedad española a corto y medio plazo.
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