Hoy lunes 12 de enero comienza el tiempo ordinario o tiempo durante el año. Se trata de un periodo de los tiempos litúrgicos que está entre el Adviento-Navidad y la Cuaresma-Pascua. Se prolonga posteriormente nuevamente hasta el Adviento. Comprende unas 33 ó 34 semanas en el curso del año, a las que se ha llamado tiempo ordinario, aunque sería mejor denominarlas “tiempo durante el año” (traducción más literal del latín “per annum “). En estas semanas no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino que se evoca el mismo misterio de Cristo en su plenitud para que, en cada celebración, especialmente en los domingos, entremos en comunión con El, vivo y presente, tanto en el mundo como eficazmente en la Iglesia, a través de la Palabra de Dios y los Sacramentos, hasta que vuelva como Rey del Universo y el velo de los signos deje paso a la plenitud de su presencia.
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La diferenciación común entre tiempos “fuertes” y el tiempo ordinario como tiempo menor, no sería, del todo adecuada. Solamente el dato cuantitativo, 34 domingos, nos tendría que hacer caer en la cuenta de que el tiempo ordinario ocupa nada menos que medio año. Por otro lado, la finalidad del tiempo ordinario no la puede asumir otro tiempo litúrgico, puesto que desarrolla cómo el Reino de Dios, predicado por Cristo y cumplido en él mismo, se construye día a día, en lo cotidiano. Es en el espesor de la existencia monótona y gris; en lo ordinario donde acontece lo extraordinario: el Misterio Pascual de Cristo y nuestra comunión con él. Y así el Misterio Pascual toca e ilumina el tiempo de los hombres, atrayendo todo a la vida, traspasando el de- venir matemático del tiempo, con la plenitud de la divinidad. Cristo resucitado, en su Iglesia, se hace presencia que acompaña al hombre peregrino para explicarnos las escrituras y partir para nosotros el pan de la vida como hizo en otro tiempo con los discípulos de Emaús.
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Es el tiempo más largo, cuando la comunidad de bautizados es llamada a profundizar en el Misterio Pascual y a vivirlo en el desarrollo de la vida de todos los días. Por eso las lecturas bíblicas de las misas son de gran importancia para la formación cristiana de la comunidad. Esas lecturas no se hacen para cumplir con un ceremonial, sino para conocer y meditar el mensaje de salvación apropiado a todas las circunstancias de la vida. El Tiempo Ordinario del año comienza con el lunes que sigue del domingo después del 6 de enero y se prolonga hasta el martes anterior a la Cuaresma; vuelve a reanudarse el lunes después del domingo de Pentecostés y finaliza antes del Domingo Primero de Adviento. Las fechas varían cada año, pues se toma en cuenta los calendarios antiguos que estaban determinados por las fases lunares, sobre todo para fijar la fecha del Viernes Santo, día de la Crucifixión de Jesús, a partir de ahí se estructura todo el año litúrgico.
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