martes, 23 de febrero de 2016

FORMACIÓN COFRADE



MISERICORDIA Y JUSTICIA.

Al inicio de la Cuaresma,  oremos con la oración de Jesús: "Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad", y para ello que mejor que  encontrarnos con estas palabras de Jesús a sus discípulos: “Cuidad de  no practicar vuestra justicia delante de los hombres  para ser vistos por ellos de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre Celestial”. (Mateo  6,1-6).

La Cuaresma es tiempo de renovación para la Iglesia, y es tiempo de gracia. Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de entregar a su Hijo por la salvación de cada hombre, por ello la Cuaresma es tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y llegar a ser como Él y esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y recibimos los sacramentos, en especial la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: Cuerpo de Cristo, Ahí no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece apoderarse de nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo  y, en Él, no se es indiferente con los demás. "Si un miembro sufre, todos sufren con él; y sí un miembro es honrado, todos se alegran con él" (Co 12,26).





Así, la sagrada Escritura nos presenta a Dios como Misericordia infinita, pero también como justicia perfecta. ¿Cómo conciliar las dos cosas? ¿Cómo se articula la realidad de la misericordia con las exigencias de la Justicia? Podría parecer que son dos realidades que se contradicen; en realidad no es así, porque es precisamente la misericordia de Dios la que lleva a su cumplimiento la verdadera justicia y así dice el Libro de los Proverbios: "Quien practica la justicia está destinado a la vida, pero quien persigue el mal  está destinado a la muerte" (11,19) y solo respondiendo con el bien es como el mal puede ser verdaderamente vencido

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