Azulejo conmemorativo de la llegada de la Virgen al Templo de San Julián |
Tras el
hallazgo, en torno a 1380, Per de Tous habilitó un carro, adornado con costosos
y ricos terciopelos y tirado por dos bueyes para trasladar la imagen, a la que
acompañó junto a sus parientes y criados.
En el cortijo
de Cuartos, a las afueras de Sevilla, salieron a recibir a la comitiva el
arzobispo y los cabildos eclesiástico y secular, e, incluso, los reyes Juan I y
Leonor de Aragón, que se encontraban en Sevilla. La Virgen fue conducida a la
catedral, donde se celebró octava y fiesta.
El cabildo
catedralicio quiso quedarse con la imagen, pero Per de Tous hizo prevalecer su
voluntad de conducirla al lugar que indicaba la inscripción: la parroquia de
San Julián, por ser el templo en aquel entonces más próximo a la puerta abierta
en las murallas de la ciudad que conducía a Córdoba.
La puerta por
la que entró la imagen en la iglesia, en la nave del Evangelio, se tapió como
señal del deseo divino de permanencia en el templo y en la ciudad, y así
continúa en nuestros días.
Años mas
tarde, en 1407, Per de Tous construyó una capilla en la cabecera de la nave del
Evangelio donde entronizó a la
Virgen de la
Hiniesta.
Arranca así
la devoción a la
Virgen que durante siglos será la protectora y patrona de la
ciudad de Sevilla.
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