viernes, 5 de marzo de 2021

Un nuevo horizonte


 Era uno de esos días de marzo en los que el sol brillaba cálidamente y el viento soplaba frío, cuando es verano en la luz pero invierno en la sombra.”

Charles Dickens


    Ayudar a un hermano a poder mantener su hogar, y cubrir sus carencias,  la vivienda, la  luz, el agua, sus alimentos, la formación de sus hijos, sus necesidades básicas… Ése es y debe ser el fin. Es el objetivo. Ése es el reparto de papeletas de sitio de este año. Porque así se hace Hermandad.

    Aquel hermano que sacaba cada año su papeleta de cirio, sabe que también hace falta su luz en esta difícil estación de penitencia. Aquel penitente que carga la cruz cada Domingo de Ramos no olvidará que ahora más que nunca es necesaria la Cruz en el mundo y soportar el peso de la pesadumbre del enfermo, el dolor de quien ha perdido a un ser querido,  del que se ha quedado al margen de la carretera en este tiempo convulso y debemos sostener esa cruz  juntos, siempre juntos. Ese otro, que cada Semana Santa portaba una insignia, recordará que la mayor insignia del cristiano es el amor al prójimo (“por ello les reconocerán" Juan 13.35). El hermano que tenía cada primavera el inmenso privilegio de ser pies de nuestros queridos titulares conoce que la imagen más pura y certera de sus rostros, es la del amor infinito de Dios y no hay mejor manera de rendir homenaje al Cristo de la Buena Muerte y a la Virgen de la Hiniesta que dar ejemplo de amor a nuestros hermanos. Y ese último, que por marzo sacaba su papeleta de sitio simbólica para ayudar, sabrá que no hay otro momento de mayor emergencia que ahora; y al igual que cada año podía ver la salida de nuestra cofradía,  podrá asistir con emoción al comienzo de una nueva época de páginas azul y plata -empeñados siempre en resurgir-, basadas en el amor fraterno como cimiento del futuro indeleble de esta familia de más de seis siglos y presenciará la partida de la nave que con nuestra fe nos llevará a un horizonte nuevo de ilusión, que nos hará cruzar la ojiva antes de lo que  pensamos…

    Nos ha tocado vivir un tiempo raro y trascendental, que Sevilla no conocía. Nunca antes, en la historia contemporánea, hubo dos años seguidos sin Semana Santa en la calle. Y junto al vacío y desazón de esta vicisitud, luchamos en una crisis. Una crisis sanitaria, una crisis social y económica que asola al mundo, desde confines lejanos hasta la realidad más próxima. Y una crisis en el mundo cofrade, en todas las personas y familias que, directa o indirectamente, viven de la tradición de nuestra forma de celebrar la Pasión,  Muerte y Resurrección de nuestro Redentor. Y como no, un tiempo de zozobra -también- para las propias Hermandades, para su propia subsistencia. No en vano sus ingresos se han visto reducido de forma sustancial (por la caída de las partidas que, de una manera u otra, se derivaban de las salidas procesionales). 

    Sin embargo, junto a todo ello, y por encima de todo, también es un tiempo crítico para nuestros hermanos, para nuestros vecinos, y es difícil,  y se hace cuesta arriba poder atenderlos. Es la gran paradoja: las arcas mermadas y la diputación de obras asistenciales con más necesidades, con más trabajo que nunca…

    Por ello, precisamente por ello, no puede quedarse y no se quedará en el lamento. Somos una corporación cristiana. Esto nos diferencia y jamás debe llevar a equívocos:  Hacer posible lo imposible. Una vez más…

    La Hiniesta no dejará a nadie desamparado, ni desatendido espiritualmente, ni hundido en el desánimo. 

    En este plano, no hay mayor aldabonazo para un hiniesto que ver a su Virgen presidiendo el paso de palio azul y plata. No hay mayor ternura para un enfermo que está en la cama de su hogar o de un hospital, que mirar el móvil y encontrar la mirada perdida de su Madre vestida de hebrea. Y no hay mejor escalofrío para un sevillano que oler a cera y a flor al traspasar las puertas de San Julián… Así es. Y así se nos ha hecho saber…

    Eso también es misión nuestra. Prestar la belleza a quien la busca,  porque la tenemos. Decirle al mundo que esto pasará y que la Retama que venció a dos fuegos, estará viva por los siglos de los siglos, para dar esperanza a su pueblo, porque es heredera de la raíz más pura y más fiel de la gracia.

    Por eso es cuaresma junto a la Puerta de Córdoba. Tiempo de limosna (o mejor dicho de aquella caridad sin límite, amor sin medida, que decía San  Agustín, de la propia medida del amor de Dios), de ayuno, y de oración. Pero, también, tiempo de esperanza.

    Viviremos el frío con abrigo y las sombras con lumbre. La nostalgia combatiéndola con alegría, la ausencia con unión y la soledad con compañía. No habrá distancias abisales,  ni herrumbre o hielo en la memoria.

    Avanzará marzo y habrá convocatorias de Septenario y las manos de la Virgen estarán acariciando la corona de espinas de su Hijo, y recordarás aquella protestación del 2.020 que sólo pudiste hacer en el interior de tu hogar y de tu alma, con la medalla de tu padre y su cordón gastado al cuello. Y nos llegará el gozo de poder hacerla este año junto al altar… No besaremos el libro, pero sí juraremos nuestras Reglas, mirando los ojos de la Estrella Sublime bajo su techo de palio.

     Y cuando nos demos cuenta, in ictu oculi, en un abrir y cerrar de ojos, se irá marzo y estaremos ante un nuevo final de año.

    No, nunca nos equivocaremos… Desde niño sabemos que nuestras doce campanadas suenan a la hora nona, cuando sobre las tres de la tarde de un Domingo de Ramos comience a sonar la marcha que todos anhelamos…

    Pasará una nueva Semana Santa, extraña y evocadora,  pero nuestra Hermandad no nos dejará solos, llegará a nuestra casa, nos acompañará otra vez con sus redes sociales, y nos invitará a que nos acerquemos también nosotros a participar con añoranza y con sueños, con la inquietud de la víspera o con el recogimiento de la gloria… Como aquél que se sienta a hablar con ellos en diálogo mudo cada mañana de Lunes Santo.

    Volveremos. Volveremos... y tendremos la conciencia orgullosa  del recuerdo, esa que nos dirá con el tiempo, que aquella persona ajena a nosotros,  o hermano de nómina,  y a veces incluso aquél o aquella que desinteresadamente trabaja todo el año por  nuestra historia, por lo que más queremos, pudo con la peor estación de penitencia de su vida. Ojalá…

    Y pueda decir para adentro: No estuve solo, lo logré con la ayuda de mi hermandad,  de mis hermanos.

    Mientras, otros pensarán: yo no falté, con el corazón dispuesto,  yo estuve, nadie ni nada me alejó, yo saqué una papeleta de sitio muy especial,  fue aquel año de 2.021…


Juan Carlos Castro Arroyo

Secretario Segundo



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