Este domingo se cierra el ciclo de la Navidad y nos preparamos para el tiempo ordinario. En el Evangelio de Lucas, el mismo Dios Padre nos presenta a Jesús como su Hijo, justificando de esta manera la tarea de Salvación encomendada. Dios legitima la misión de Jesús, proclamando a todos los hombres: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”. Lucas nos destaca las líneas fundamentales de la vida de Jesús: unión en oración con el Padre, unión con los hombres que aceptan la conversión, presencia del Espíritu como comunicación de la fuerza salvadora de Dios.
Este día también celebramos la Jornada Mundial de las Migraciones con el lema Migraciones: peregrinación de fe y esperanza. Nuestro Arzobispo nos recuerda que “La Jornada quiere ser una llamada a la reflexión y al compromiso de las comunidades cristianas ante un fenómeno que ha adquirido en nuestros días ingentes proporciones”. Las dificultades y sufrimientos de los inmigrantes golpean nuestra conciencia de cristianos y nos invitan a adoptar actitudes iluminadas por la fe y la palabra de Jesús, especialmente desde nuestras comunidades cristianas y desde la parroquia, la familia de los hijos de Dios, que debe ser siempre una comunidad abierta y dispuesta a acoger y servir. Son muchos los campos en los que podemos ayudarles y servirles y es grande la riqueza y dinamismo que pueden aportar a nuestras celebraciones litúrgicas, a la catequesis, el apostolado y la acción social. Los inmigrantes deben tener la posibilidad de encontrar acogida en nuestro seno, pues en la Iglesia nadie es extranjero.
Este día también celebramos la Jornada Mundial de las Migraciones con el lema Migraciones: peregrinación de fe y esperanza. Nuestro Arzobispo nos recuerda que “La Jornada quiere ser una llamada a la reflexión y al compromiso de las comunidades cristianas ante un fenómeno que ha adquirido en nuestros días ingentes proporciones”. Las dificultades y sufrimientos de los inmigrantes golpean nuestra conciencia de cristianos y nos invitan a adoptar actitudes iluminadas por la fe y la palabra de Jesús, especialmente desde nuestras comunidades cristianas y desde la parroquia, la familia de los hijos de Dios, que debe ser siempre una comunidad abierta y dispuesta a acoger y servir. Son muchos los campos en los que podemos ayudarles y servirles y es grande la riqueza y dinamismo que pueden aportar a nuestras celebraciones litúrgicas, a la catequesis, el apostolado y la acción social. Los inmigrantes deben tener la posibilidad de encontrar acogida en nuestro seno, pues en la Iglesia nadie es extranjero.
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