En esta carta, el Arzobispo recuerda la encíclica de Su Santidad Pablo VI “Mes de mayo”, donde el Papa manifestaba cuando llegaba el mes de mayo “el conmovedor espectáculo de fe y de amor que a lo largo del mismo se ofrece en todas partes de la tierra en honor de la Reina del Cielo”. Instaba Su Santidad a continuar con la tradición de las flores a la Virgen María y por ello Monseñor Asenjo retoma esta idea de rendir culto y devoción a la Santísima Virgen con ofrendas florales, ya que en palabras del Arzobispo, “estoy convencido de que aquellas prácticas devocionales nos sirvieron muy mucho para enraizar desde niños en nuestro corazón la devoción y el amor a la Virgen”.
En nuestra Hermandad el mes de mayo ha sido especialmente entrañable en el calendario de cultos, ya que celebramos la Coronación Canónica de la Santísima Virgen de la Hiniesta, en aquel lejano 23 de mayo de 1974, ponemos a veneración de hermanos y fieles a nuestra Madre Hiniesta en sus misterios gloriosos y nos preparamos para celebrar cultos eucarísticos y la propia procesión de la Virgen al altar de la plaza de San Francisco. Pero por encima de todos estos actos religiosos programados, perpetuamos la tradición de las flores a María, con flores a nuestra Madre Hiniesta. En el ofertorio de la Función de la Coronación, distintos grupos de la Hermandad y sobre todo, los más pequeños, en un acto realmente emotivo y de gran ternura ofrecen la belleza de una flor a la que es Flor entre las flores, la que es Causa de nuestra alegría y donde debemos mirarnos para ver todas las virtudes de la Madre de Dios. Es importante que continuemos esta tradición, que este año nos recuerda nuestro pastor diocesano, que perseveremos en los cultos a la Virgen de la Hiniesta y que esté siempre arropada por sus hijos, los hermanos y hermanas de la Hiniesta. El próximo día 22 y 23 de mayo la Virgen estará expuesta en devoto besamanos y el día 23 se celebra el XXXVII Aniversario de la Coronación Canónica de la Virgen de la Hiniesta, por lo que debemos buscar un rato para rezar ante la Virgen, para darle gracias por tantas cosas y pedirle por nuestras necesidades e intenciones. Ella que es Madre buena sabrá alegrar y consolar nuestra alma.
Finaliza la carta del Arzobispo con el siguiente pensamiento: “Honremos, pues, a la Virgen cada día de nuestra vida y muy especialmente en el mes de mayo. Acudamos a visitarla en sus santuarios y ermitas con amor y sentido penitencial. Lo repito, qué bueno sería que en nuestras parroquias, colegios católicos y comunidades se restauraran las Flores de mayo u otras devociones parecidas. El amor y el culto a la Virgen es un motor formidable de dinamismo espiritual, de fidelidad al Evangelio y de vigor apostólico. Que nunca terminemos nuestra jornada sin haber rendido un homenaje filial a Nuestra Señora.”
Que así sea.
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