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Las grandes figuras que la liturgia nos presenta es este período son el profeta Isaías, Juan Bautista y la Virgen María que espera, prepara y realiza el adviento del Señor. En este tiempo se usa el color morado. El tercer domingo de adviento, llamado “Gaudete” = Gozo, se utiliza el color rosado, indicando la alegría al acercarse ya el nacimiento del Señor. Cf. Flp. 4, 4-5, usado como antífona propia de ese día: "Estad alegres en el señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca". Se ha de adornar con moderación el altar con flores. Además, durante este tiempo no se dice ni se canta el Gloria, pero se sigue cantando el Aleluya antes de la proclamación del Evangelio. El Adviento nos prepara a recibir a Cristo, en la Navidad; y al final de los tiempos, acogiendo su presencia real tanto en nuestra vida como sacramentalmente en la celebración. Esto es lo que hace que este tiempo se convierta en una expectante alegría; como la de la Virgen María, que esperó al Salvador con amor de madre; o como anuncio mesiánico del cumplimiento de salvación en los grandes profetas; o como la espera de Juan Bautista, que proclamó próximo al Mesías y supo reconocerlo presente en medio de los hombres.
Las grandes figuras que la liturgia nos presenta es este período son el profeta Isaías, Juan Bautista y la Virgen María que espera, prepara y realiza el adviento del Señor. En este tiempo se usa el color morado. El tercer domingo de adviento, llamado “Gaudete” = Gozo, se utiliza el color rosado, indicando la alegría al acercarse ya el nacimiento del Señor. Cf. Flp. 4, 4-5, usado como antífona propia de ese día: "Estad alegres en el señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca". Se ha de adornar con moderación el altar con flores. Además, durante este tiempo no se dice ni se canta el Gloria, pero se sigue cantando el Aleluya antes de la proclamación del Evangelio. El Adviento nos prepara a recibir a Cristo, en la Navidad; y al final de los tiempos, acogiendo su presencia real tanto en nuestra vida como sacramentalmente en la celebración. Esto es lo que hace que este tiempo se convierta en una expectante alegría; como la de la Virgen María, que esperó al Salvador con amor de madre; o como anuncio mesiánico del cumplimiento de salvación en los grandes profetas; o como la espera de Juan Bautista, que proclamó próximo al Mesías y supo reconocerlo presente en medio de los hombres.
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